Santiago mina la imagen de unidad del Partido Popular

Domingos Sampedro
d. sampedro SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

«No es normal que las peleas entre un grupo de novatos y otro de advenedizos dañen de este modo a todo el partido», señalan desde el aparato

20 ene 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Los éxitos electorales que encadenó el PP de Alberto Núñez Feijoo a partir del 2008 tienen mucho que ver con esa imagen de unidad, compacta y monolítica, que se empeñó en proyectar el partido y con la que, por un lado, se pretendía enterrar la división sistémica entre las boinas y los birretes que animó buena parte del fraguismo y, por el otro, se intentaba ofrecer un modelo sólido y cohesionado frente a las divisiones que afloraban en los gobiernos compartidos por el PSdeG y el BNG. Los conservadores gallegos le deben mucho a esa idea de unidad, que ahora ha empezado a resquebrajarse en Santiago con las tensiones que saltan a la luz en su grupo municipal y que pueden comprometer el futuro de toda la organización.

Fue el número dos del PPdeG, Alfonso Rueda, quien admitió en vísperas de las autonómicas del 2009 que su partido jamás tendría opciones a gobernar en Galicia «sin estar unidos». La idea se mantuvo vigente en las municipales del 2011, en las que Feijoo obligó a los candidatos de las siete ciudades gallegas a firmar el manifiesto por la cooperación y que, en su punto 3, comprometía a sus cargos a «traballar unidos» por una «Galicia única e unida». El tesón que puso la dirección popular en esta estrategia se mantuvo hasta las autonómicas de hace tres meses, en las que Feijoo se mostró a sí mismo como la garantía del Gobierno de unidad frente al pentapartido que podrían formar todos sus adversarios si no revalidaba la mayoría absoluta.

El monolitismo que Feijoo puso en práctica en el PP, en paralelo con el presidencialismo que exhibió desde la Xunta, se resignó a convivir con alguna china en el zapato, como la de los Baltar en Ourense, que siempre se cuidaron de mantener su estatus de autonomía frente a la autoridad del líder autonómico.

Pero una cosa es convivir con una excepción, y otra, con varias. De los siete candidatos del PP que firmaron aquel manifiesto del 2011, tres de ellos (Conde Roa, Telmo Martín y Corina Porro) abandonaron la primera línea política. Y los dos primeros se marcharon muy acosados por las irregularidades asociadas a su actividad empresarial, dejando tras de sí dos grupos municipales muy divididos, más disimulado en el caso de Pontevedra por el mero hecho de que el PP no ostenta la alcaldía.

Lo de Santiago, en cambio, pinta más feo. Los principales dirigentes del partido no ocultan, al menos cuando se expresan en privado, su preocupación por la imagen de desgobierno que proyectan en la capital gallega la primera vez que lograron alzarse con la alcaldía en las urnas. «No es normal que las peleas entre un grupo de novatos y otro de advenedizos dañen de este modo a todo el partido», señalan desde el aparato del PP, después de que el propio Alfonso Rueda reconociera abiertamente la existencia de las divisiones en Compostela, que Feijoo se resistía el jueves a admitir, pero que le van a obligar a actuar con contundencia para no echar a perder el trabajo de los últimos cinco años.