«Sigue faltando producción de kiwi»

GALICIA

Oscar Vazquez

Galicia se ha convertido en una referencia en el cultivo del kiwi, que llegó a Galicia en 1969. Vicente Villar fue uno de los artífices de su expansión

19 may 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

En 1969 el empresario José Fernánez López y el ingeniero Carlos del Río hicieron lo imposible: convertir Galicia en un campo perfecto para el cultivo de un fruto tropical. Estos pasos experimentales en la implantación del kiwi surtieron pronto un efecto positivo. El fruto mágico, originario de China pero domesticado en Nueva Zelanda, se adaptó a las mil maravillas a un clima idóneo que aportaba calor y humedad. Hoy, la producción de kiwi en Galicia supera el sesenta por ciento del mercado nacional e incluso parte de las 7.500 toneladas que se cosechan aquí ya traspasan fronteras.

La expansión de este manjar, que cuenta con un mayor aporte de vitamina C que las naranjas, tiene en Vicente Villar uno de sus principales artífices. Vicente es un empresario que, con 22 años, cogió su coche y fijó rumbo a Francia. «Allí busqué cepas de kiwi para traerlas a Galicia y aclimatarlas. En dos tráileres cargué miles de plantas», cuenta. Mal estudiante, dejó los libros para dedicarse a la fruticultura. En 1980 montó su propia empresa de invernaderos y creó la firma Frutales de Galicia. En aquel viaje al país vecino «sospeché que el kiwi tenía mucho futuro», dice.

En los primeros ochenta se encargó de popularizarlo. En un vivero de Redondela reprodujo en 1983 el kiwi con éxito, pero, «el proceso adolecía de una buena comercialización», añade. De esta reflexión nació, en colaboración con los franceses, Kiwi Plant, con una partida inicial de 300.000 plantas al año. El consumo de este sabroso fruto tuvo un crecimiento exponencial, y su penetración en el mercado fue vertiginosa, hasta el punto de que Vicente comercializó en torno a los 50.000 kilos de kiwi en 1988. En aquel entonces se adhirió a la sociedad Kiwi Atlántico, la primera productora española hoy.

La democratización del kiwi «hizo que el precio se ajustara, pues -dice- llegó a costar muchísimo en un principio, a cien pesetas la unidad». En 1989 adquirió un terreno más grande en Ribadumia, donde llegó a recolectar medio millón de toneladas. El afán expansionista lo acercó al norte de Portugal, donde no solo vendía, sino que también cultivaba. La implantación en Galicia fue «correcta y estudiada, no como en Italia, donde proliferaron cultivos al tuntún». En el 2002 la inquietud lo impulsó a introducir una variedad nueva, de origen ornamental, más pequeña, dotada de una piel que se puede comer y con un nombre de marcado acento gallego: el kiwiño.

Vicente augura que «todavía hay espacio para el cultivo del kiwi», y apunta que en Galicia «sigue faltando producción». Un fruto de gran recorrido y, como lo define el propio Vicente, «de apariencia exterior tosca pero sorprendente belleza interior».

El emprendedor, además de universalizar esta fruta en Galicia, se atrevió a introducir una variedad pequeña, con una piel comestible, un proceso de maduración más temprana y sufijo gallego: el kiwiño.