Sed de sidra gallega

GALICIA

MARCOS MÍGUEZ

Jesús Armenteros preside la asociación estradense Maceira e Sidra, que sacará al mercado una marca de sidra ecológica

18 abr 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

En Ribela (A Estrada) hay una aldea llamada Pumares. Apenas quedan cuatro manzanos, pero el topónimo no puede ser casual. Tampoco el apellido Maceiras. Ni los lagares que aún se conservan en muchas antiguas casas de labranza.

El consumo de sidra en Galicia se remonta a la Edad de Hierro. En el monasterio de Sobrado dos Monxes está documentada la producción en el año 950. En las casas gallegas fue la bebida de diario y en las romerías hubo muiñeiras y aturuxos sin una gota de vino por medio.

«La sidra es tan gallega como asturiana o vasca», cuenta Jesús Armenteros. Preside la asociación Maceira e Sidra y está empeñado en recuperar la tradición sidrera gallega. Ha heredado el lagar de sus suegros en Ribela, tiene plantaciones en Olives y Callobre, y en cuestión de días sacará al mercado una marca homónima de sidra ecológica. Será la segunda autóctona. La pionera fue una iniciativa de la Sidrería Gallega de Chantada (ahora Custom Drinks), vinculada al Grupo Hijos de Rivera. Lanzó las marcas Manzanova y Maeloc y despertó la sed de sidra gallega. Pese a todo, el mercado aún está en pañales y la manzana autóctona se sigue vendiendo sobre todo fuera.

¿Por qué en Asturias no hay bar sin sidra y en Galicia los lagares se están echando a perder? Como tantas veces, la culpa la tiene el vino.

La vid no se dio bien en territorio asturiano, pero sí en muchas zonas gallegas. En Asturias la producción de sidra se mantuvo y la bebida se convirtió en seña de identidad cultural. En Galicia cuajaron cinco denominaciones de origen vitivinícolas y la sidra subsistió de forma residual, al calor de los viejos lagares domésticos.

Una docena de herederos de la tradición sidrera gallega participarán el 9 de junio en A Estrada en la primera feria de la sidra autóctona. Armenteros está convencido de que será el punto de partida para reactivar la producción y el consumo.

«La sidra es una bebida suave y no excesivamente alcohólica, acorde con las nuevas políticas de salud y de seguridad vial», vende el lagarero.

Elixir con potencial

Cree firmemente en el potencial del brebaje para dinamizar el medio rural. Sugiere rutas con visitas a pomares y catas de sidra en lagares tradicionales. En abril, las plantaciones en flor tienen poco que envidiar al valle del Jerte. En octubre, la elaboración artesanal de la sidra es un espectáculo alquímico. Un ritual en busca de la fórmula perfecta. «Aquí gusta la sidra con un toque de dulzor, con acidez muy baja y con gran componente carbónico, la sidra con vida, que con un ligero escanciado se abre y se expande», explica Armenteros.

El sidricultor ve en el sector el aliado perfecto del turismo rural. «Tenemos una gran oferta de alojamiento, pero hay que dar más. Hay un potencial gastronómico enorme por explotar: tenemos caza, una huerta de calidad, las setas... No todo va ser vino y marisco», indica.

EN Olives y Callobre UN Jueves DE 16.00 a 18.00 horas