El suicidio político de Conde Roa

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

kiko da silva

La huida hacia adelante de un alcalde asfixiado por las deudas

16 abr 2012 . Actualizado a las 11:50 h.

Cuando un político defrauda y lo pillan suelen repetirse algunos tópicos que van desde la ardorosa proclama de inocencia al más doliente de los victimismos. Uno de ellos es el del linchamiento político, que tampoco faltó en la ceremonia de confusión alentada por los escasos fieles que le quedaban a Conde Roa. Sin embargo, la única herida de muerte abierta aquí se la ha producido el alcalde a sí mismo: un harakiri político que acabará prematuramente hoy mismo con un reinado que Conde llevaba esperando 30 años. Pasará a la historia compostelana como Gerardo, el Breve. Mucho más breve de lo que cabía esperar, aunque en la misma noche del triunfo ya había quien apostaba que el impetuoso regidor no acabaría el mandato.

En Compostela estaba extendido, desde poco después del reenganche de Gerardo Conde Roa (Padrón, 1959) a la política municipal en el 2007, que este atravesaba una delicadísima situación financiera. Un jefe de la oposición, y luego alcalde, que tiene el sueldo embargado porque no cumple sus obligaciones con su exmujer no es una simple anécdota, es una anomalía. Como también estar en política y al mismo tiempo a pie de obra de una empresa inmobiliaria. En la campaña electoral se impuso la corrección y los rivales de Conde no sacaron a relucir la ajetreada vida privada del candidato. A alguno se lo recuerdan ahora con la coletilla de que se le habría ahorrado un problema a la ciudad, pero hay líneas rojas que ni siquiera en la más dura pugna política se deben traspasar.

Unidad de vigilancia intensiva

Así que Conde Roa llegó a la alcaldía en el 2011 con una unidad de vigilancia intensiva detrás, dispuesta a denunciar todo movimiento sospechoso y en la creencia de que el nuevo regidor sucumbiría a la tentación de hacer del bastón de mando una varita mágica que lo rescataría de la ruina.

Sin embargo, ni sus más acérrimos detractores habrían sospechado que el alcalde perseveraba en el incumplimiento de sus obligaciones con el fisco de forma tan inconsciente y suicida: del impago de tasas e impuestos municipales allí donde su empresa Geslander Proyectos de Edificación operaba, al de 291.000 euros del IVA de 61 viviendas.

No era un empresario fracasado cualquiera

Justificarse diciendo, cuando Hacienda descubrió el presunto delito fiscal y no antes, que tenía la intención de pagar, pero no podía hacerlo porque sus negocios inmobiliarios se habían ido al tacho como los de tantos otros promotores, sonó a excusa ofensiva para la inteligencia de sus vecinos: cualquier asesor fiscal le habría dicho a él, hombre de leyes, que debía declarar los impuestos aunque no pudiera pagarlos. Y no era un empresario fracasado cualquiera sino el alcalde de Santiago, lo que exigía su dimisión en el minuto uno, por responsabilidad política, independientemente de que la Justicia lo condene o no.

Ya hace tiempo que Conde Roa había aparcado el decoro en su vida pública, como lo demuestra la pertinaz aparición de su empresa en los listados de morosos, pero a día de hoy aún no se sabe con exactitud la profundidad de los charcos económicos e institucionales en los que se ha metido en su autodestructiva huida hacia adelante.

Ni siquiera aprobó el presupuesto

Aparte de las deudas por su actividad inmobiliaria y el fraude fiscal, hay motivos para sospechar que no jugó limpio en el Congreso de los Diputados, donde tuvo escaño y sueldo entre marzo del 2008 y septiembre del 2010. Durante dos años se esmeró en dar esquinazo a los requerimientos para que despejara las dudas sobre compatibilidad con sus actividades privadas y cuando respondió, a principios del 2010, dijo renunciar a su condición de empresario. Sin embargo, se mantuvo como administrador único de Geslander, que durante ese año siguió facturando ventas de pisos, como mínimo los del IVA defraudado.

Para Gerardo Conde se abren las puertas de los tribunales y se cierran las del pazo de Raxoi. Han sido nueve meses y medio en los que las escasas realizaciones -ni siquiera aprobó el presupuesto-, realzaron algunos gestos pintorescos y la polémica iniciativa de llevar el AVE al aeropuerto. Sin él habrá menos crispación en la vida municipal.