«No nos fuimos porque nos dieron 12.000 de los 24.000 prometidos»

a. mahía A CORUÑA / LA VOZ

FIRMAS

Residentes de A Pasaxe regresaron a las pocas semanas de recibir ayudas

08 feb 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Suelen cenar marisco, pero luego se lavan las manos en una tina inmunda. Los niños van al colegio, pero hacen los deberes a la luz de las velas. Quieren dejar el furtivismo, pero si lo hacen «de qué van a vivir». Así se las gastan las 57 familias que residen en el asentamiento de la Conservera Celta. La mayoría va al marisco de tapadillo, aunque no se tapan mucho, pues esquilman la ría con absoluto descaro. Dicen que no saben o no les dejan hacer otra cosa. El resto va a la chatarra. Unos son gitanos españoles, otros son portugueses y también hay una minoría paya. Cuentan en Servicios Sociales que las relaciones entre ellos no son muy amistosas. Por eso carecen de «representantes con un nivel de liderazgo significativo», según se desprende de los primeros informes elaborados por el Ayuntamiento. A Pasaxe no es como Penamoa. Aquí no hay un patriarca. Ni un grupo que exponga sus necesidades.

No es la primera vez que el Ayuntamiento impulsa un plan para realojar a los residentes de este poblado. Cuando en el 2006 unas excavadoras tiraron abajo las chabolas que habían levantado en la Conservera Celta, tardaron apenas tres semanas en volver a levantarlas a unos metros de distancia. La demolición del inmueble solo sirvió para que la mayoría de chabolistas percibiese una ayuda municipal y, a los pocos días, se trasladase al solar contiguo, pero ellos dicen que no engañaron a nadie, que los engañados fueron ellos. Se sienten engañados por el Ayuntamiento y por la Xunta.

Sin ir más lejos, Pilar, que tiene 23 años y es madre de cuatro hijos, recuerda que les dieron 12.000 euros «para que dejásemos la nave de la conservera», y les prometieron que cuando terminase el derribo «nos darían otros dos». Su suegra es más clara: «No nos fuimos porque solo nos dieron la mitad de lo prometido». Dicen que están viviendo en condiciones infrahumanas. Convirtieron en vivienda las camionetas con las que andan recogiendo chatarra. Por las noches extienden en su interior colchones y por el día habilitan las cajas de los vehículos en cocinas, empleando hornillos. Como inodoros utilizan el campo y para asearse usan los grifos habilitados en el asentamiento de los chabolistas denominados portugueses o de las casetas de los mariscadores de la ría de O Burgo.

Para el Ayuntamiento, el estado del poblado es preocupante, de acuerdo a la descripción recogida en el informe: «Chabolas adosadas a los muros de las ruinas de las naves (la mayoría se sitúa junto a la nave de La Toja, declarada en ruinas por la Concejalía de Urbanismo) y galpones de madera completan los espacios de alojamiento con camiones y remolques que utilizan para dormir». El Ayuntamiento advierte de que las chabolas carecen de agua, luz y red de saneamiento y que existe un «alto nivel de hacinamiento» y un «bajo nivel de higiene».