La parroquia de Perbes espera a su vecino

Pablo González
pablo gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

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Benito Ordóñez

El camposanto se llenó ayer de expertos en seguridad, guardias civiles y funcionarios del Concello de Miño que evalúan la seguridad y la organización del entierro. El féretro ya ha partido de Madrid.

17 ene 2012 . Actualizado a las 12:26 h.

A Pepe el sacristán le dijeron que tocara a muerto, pero lo justo. Así que le dio primero a la campana desde el control automático de la sacristía sobre las 10.30 horas, activando el botón que pone «difunto hombre». Para los muertos del sexo masculino, explica, son dos toques de campana grande y uno de pequeña. Para las mujeres, al revés. La vibración sostenida del bronce se pierde en los vahos humeantes de esta mañana fría en Perbes, en vísperas de que Manuel Fraga retorne a su lugar en el mundo, a un cementerio sobre una atalaya desde donde se ve su casa y la playa.

Los baños de Fraga. Sus partidas de dominó. Las comidas con amigos donde era él el que llenaba los platos... Celestino Sardiña, su compañero de partidas políticas y de dominó, recuerda la imagen de Fraga con paraguas, acudiendo a la playa bajo la lluvia, para cumplir con el ritual del chapuzón reparador. «Eran baños largos y el primero se lo daba muy pronto, a primera hora de la mañana», recuerda Sardiña, alcalde de Pontedeume entre 1970 y 1987. Los baños. Las partidas. Las comidas. Las salidas a pescar... Todo el mundo en Perbes tiene una historia de Fraga enhebrada sobre una de estas cuatro grandes pasiones estivales.

Mientras Pepe el sacristán deja el automático y repica campanas como Dios manda, siguiendo a rajatabla el mandato de la familia de no tocarlas en exceso, Celestino, un joven sacerdote de 40 años, está atribulado en la sacristía con los preparativos para el funeral. Teme la responsabilidad que le viene encima, aunque cree que contará con el apoyo de otros oficiantes «más importantes que yo». Lleva la parroquia de San Pedro de Perbes solo desde septiembre, pues el anterior párroco, Enrique, muy amigo de Fraga, murió recientemente.

Poco antes, Adriana, la hija menor del expresidente de la Xunta, que vive en Perbes, se había pasado por el cementerio. Unos operarios limpiaron la explanada frente al panteón familiar, donde descansa su esposa, Carmen Estévez, y donde también será enterrado Fraga. En el pueblo están orgullosos de que haya elegido Perbes como su último refugio.

El camposanto se llena de expertos en seguridad, guardias civiles y funcionarios del Concello de Miño que evalúan el caos que se avecina con el entierro. Muy cerca del cementerio, Ramona López recuerda las comidas de Fraga en su restaurante, O Parrulo. «Era un veciño máis, pero tamén o mellor político», dice. «Comía na miña casa como se fora da familia. Era unha familia máis de aquí, como un paisano de aldea». Fina, que ayudaba a Ramona a servir las mesas, recuerda que no quería servilletas de tela, sino de papel. Dice lo mismo que Ramona sobre su carácter sencillo. «El quería ser galego», resume. Muy cerca de allí vivía José, el que durante mucho tiempo fue su chófer y guardaespaldas. Fue a Madrid en Navidades, pero no volvió por su delicado estado de salud. Muchos de los protagonistas de aquellos veranos ya no están, como Carlos Pardo, el vilalbés íntimo de Fraga que también tenía casa en Perbes.

La explosión del 88

Los habitantes de esta parroquia de Miño tienen muy vivo el estruendo tras el atentado que voló el chalé de Fraga en 1988. A Fina le tembló la cama. A Mónica, la nieta de Ramona, los cristales de la onda expansiva estuvieron a punto de caer sobre la cuna en la que dormía. «La salvó un cortinón», dice Charo, su madre.

Los vecinos de Perbes hablan en genérico de los «favores» que Fraga hacía a los parroquianos. «Incluso se interesaba por que tuvieran empleo los que votaban a la izquierda», dice uno. Celestino Sardiña recuerda que «siempre echaba una mano» con los asuntos de la comarca. En un reservado del bar Miramar, frente a las aguas tranquilas de la playa de Perbes, permanece intacta la última mesa de dominó en la que jugó Fraga. Tras la partida de después de la comida, aún tenía tiempo para el ritual del baño vespertino. Un baño largo, muy largo.

Dispositivo especial

El Concello de Miño prepara un dispositivo especial de tráfico para el entierro de Fraga, que tendrá lugar a las cinco de la tarde. El cementerio está situado en una zona con accesos de limitada capacidad y en la iglesia parroquial apenas caben unas sesenta personas. La afluencia de público será masiva y ya en el entierro de Carmen Estévez hubo complicaciones. La Banda de Gaitas de la Diputación de Ourense recibirá al féretro.