Un trayecto rompepiernas sujeto a demasiadas variables

GALICIA

Los continuos cambios de vía provocan un efecto psicológicamente demoledor en el conductor sin referencias

17 ago 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Primer e importantísimo consejo para viajar de Galicia a Asturias por la costa: infórmese antes de salir del estado de las obras y, en cualquier caso, sepa que tendrá que cambiar al menos nueve veces de la autovía a la carretera y viceversa si su trayecto es, por ejemplo, A Coruña-Gijón. Es decir, mentalícese que cuando encuentre un acceso a una vía rápida, la mejora solo lo acompañará durante unos pocos minutos antes de caer de nuevo en la carretera. De lo contrario, el carrusel de desvíos acabará por agotar su paciencia y el viaje será mucho peor.

Atascos playeros

Otro buen consejo es evitar las horas de tráfico playero, singularmente durante los fines de semana, cuando los atascos para acceder a las playas de A Mariña le pueden inyectar al viaje más de media hora y al viajero litros de adrenalina. Este mismo domingo, uno de los que mayor tráfico soportan a lo largo del año, los 15 kilómetros que separan las rotondas de Barreiros y Reinante pueden eternizarse. El martes, a las diez y veinte de la mañana, el tramo tuvo un precio de 14 minutos. Esta tarde se habrá multiplicado por dos. O por tres. «O peor son os domingos», explica un hostelero en San Miguel de Reinante: «Atáscase todo de rotonda a rotonda».

Afortunadamente, para nosotros no fue el caso. Ni las nubes que chispeaban de vez en cuando aconsejaban someterse al rigor de las playas lucenses ni la hora era demasiado conflictiva. Llegar hasta el bar de Reinante desde A Coruña nos había llevado por un trayecto rápido y cómodo hasta Vilalba; un tramo razonable por carretera hasta Abadín; otro hasta Mondoñedo con algunas obras y las primeras colas de vehículos en largos tramos sin posibilidad de adelantar (en nuestro caso fue un turismo conducido por un señor que sin duda vivirá muchos años más); y otro más conflictivo con mayor intensidad de obras y continuas travesías urbanas. En total, dos horas menos cuarto. Nos faltaban casi otras dos.

Empieza el carrusel

Allí, en Reinante, es donde el asfaltus interruptus comienza de verdad. Sintonizamos a la selección de baloncesto mientras recorremos el tramo nuevo de la autovía que nos deja en el puente de los Santos en un pispás, a pesar de las recomendaciones para no sobrepasar los 100 por hora. Abandonar Galicia siempre es difícil, pero en este caso un poco más. Las obras de desdoblamiento convierten al puente en uno de los dos principales cuellos de botella que hay en el trayecto. Apenas sufrimos para cruzarlo, aunque a la vuelta seremos testigos de retenciones más importantes.

Mientras Gasol y compañía penan por la pista frente a los chinos, nosotros hacemos lo propio por una carretera en la que no faltan las obras y en la que se puede apreciar en algunos puntos el futuro desdoblamiento en autovía. La siguiente rotonda nos lleva a ese futuro de firme adecuado y doble carril y nos da otros pocos minutos de tranquilidad. En realidad, solo tres. Volvemos a la carretera y a la realidad del cada vez más intenso tráfico pesado que actúa en estos tramos como el colesterol en las arterias. Aún tendremos que cambiar otras cinco veces de hábitat hasta el punto que acabamos fortaleciendo una relación de amor-odio con las rotondas, que nos llevan de la carretera a la autovía y viceversa. En uno de esos cambios, tras salvar Navia con otro de los tramos nuevos, nos encontramos con un cartel descorazonador «Oviedo, 109». Llevamos dos horas y media largas y aún restan más de cien kilómetros.

El último esfuerzo

El segundo gran cuello de botella es un viaducto también en vía de desdoblamiento en el kilómetro 232, donde, por primera vez, la carretera nos obliga a parar. Apenas unos minutos mientras recuperamos la sintonía con España, que está siendo palizada por los chinos. Son los peores momentos, para nosotros y para la selección. Aunque pronto cambiará la suerte de ambos. En Muros de Nalón hacemos la última incorporación a la autopista que nos llevará sin más novedad hasta Gijón. A esas alturas, el tráfico ya es muy intenso y la vía rápida, salpicada por numerosas obras de conservación, da para todo menos para aburrirse. Sale el sol, España remonta el partido, fuerza la prórroga y los kilómetros hasta el destino se restan ya con una cadencia más propia del siglo XXI. Entramos en Gijón a las 12.24 horas y escuchamos la última canasta de España en el interior del párking. El momento de la salida parece francamente lejano.