«Somos iguales, somos humanos»

Manu Otero

FUTBOL GALLEGO

RAMON LEIRO

Cuatro deportistas gallegos de distinta procedencia arropan al jugador que denunció insultos racistas, alzan la voz contra la xenofobia y denuncian desprecios diarios en niños y adultos

23 ene 2017 . Actualizado a las 08:09 h.

Somos vecinos, amigos o compañeros de trabajo. Coincidimos en el cine, haciendo la compra o dando un paseo. Pero algunos no los ven como uno más. Con insultos, unos pocos; con indiferencia, muchos; los hacen sentir diferentes. «Entro en el ascensor de casa y un niño no quiere subir conmigo», «¿cómo andas con un negro?, le preguntaron a mi mujer». Son actitudes que duelen más que un puñetazo y con las que conviven a diario miles de inmigrantes. Los insultos en la cancha son solo un episodio más de la discriminación que padecen y por la que deciden alzar la voz para decir basta. El último caso fue la denuncia por los continuos insultos racistas que recibe el colombiano Carlos Sánchez en los partidos de Regional en Pontevedra. Reunidos por La Voz, sus vecinos de Pontevedra Lawal Abiodum, Johnny Medina y Sayna y Mame Faye dan un paso al frente para apoyarlo, explicar su particular calvario y acabar con esta lacra.

«En un partido de juveniles, un jugador dentro del campo me dijo ‘negro de mierda’. No me lo habían dicho nunca. Salté, fui a por él y me iba del partido El entrenador me dijo: ‘no te vas, te pones a jugar y demuestras quién es mejor’», relata el jugador brasileño del Teucro Johnny Medina, que todavía sigue escuchando insultos. «Te entra por un oído y te sale por otro, pero te queda el resentimiento de ver que no han cambiado las cosas», lamenta.

Están acostumbrados y llegaron a la conclusión de que lo mejor es pasar. «Molesta pero tienes que seguir adelante, no solo les pasa a los deportistas, en la calle también pasa», denuncia el jugador nigeriano de tenis de mesa del Monte Porreiro de División de Honor Lawal Abiodun. «Es algo de mentalidad, de cómo piensa la gente. Tenemos que pasar, somos extranjeros. No vamos a cambiar por insultos», afirma Lawal con resignación.

Han aguantado desprecios e incluso han llegado a acostumbrarse. Peor lo llevan las jóvenes hermanas Sayna y Mame Faye. «Tuve un problema con una rival en un partido ante el Xuven Cambados, me insultó metiéndose con mi piel», relata entristecida la senegalesa. Ella respondió al insulto y el árbitro la amenazó con pitar falta antideportiva sin dignarse a escuchar sus explicaciones. También ellas han sido señaladas en algunas ocasiones. «Te sientes mal», reconoce Sayna, aunque la reacción de su hermana Mame es la misma que sintieron Lawal o Johnny en su juventud. «Me dan ganas de pegarle». Los cuatro han asumido que la violencia no arregla el problema y han abrazado la indiferencia como método de autodefensa.

Pero lo más doloroso no son los insultos, son las actitudes. «El autobús estaba lleno, hay un sitio a mi lado y prefieren quedarse de pie», relata incrédulo Lawal. «Te viene una persona de cara, ve que eres moreno y la gente cambia de acera para no cruzarse», añade Medina de otro comportamiento habitual que los hace sentir diferentes. «Quieras o no, lo notas».

Pero lo que no puede borrarse de la mente es lo que le dijeron a su mujer. «En nuestro pueblo, personas que ella conoce han llegado a decirle: ‘¿qué haces con un negro?’. Eso sí que me dolió, no me lo esperaba porque eran amigos suyos. Pero es eso, donde menos te lo esperas, te lo encuentras», lamenta el teucrista.

Es una lacra a la que no ven solución porque esa actitud racista la ven también en los niños. «Si vamos por la calle y nos insultan, no podemos castigar. En el deporte sí que se puede sancionar y es una manera de controlar el racismo, pero aun con multas lo siguen haciendo», comparte el quinteto.

«El problema es que la gente piensa que no somos iguales. Tenemos la misma sangre, los colores dan igual. No sé si es por educación pero si tienen sentido común, sabrán que somos iguales», concluyen sin la esperanza de que el racismo desaparezca.