Ara Malikian: «Todo empezó en un garaje en el que me escondía de las bombas»

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El músico que ha revolucionado el lenguaje del violín llega a Galicia con «Royal Garage Tour», un homenaje al lugar donde aprendió a tocar las cuerdas en plena guerra del Líbano

12 feb 2024 . Actualizado a las 16:43 h.

A Ara Malikian (Beirut, 14 de septiembre de 1968) un violín que le regaló su padre le cambió muy pronto la vida. Los niños jugaban, y Ara tocaba. Sus dedos no soltaron desde sus primeros años las cuerdas de la música que suavizó el estruendo de la guerra del Líbano, donde nació y se crio como un nómada. Él nunca perdió un violín, aunque no pierda de vista que «el violín es solo un trozo de madera». Verlo manejarlo invita a discutirlo. Con más de 40 países en la maleta, Ara Malikian llegará el 28 de marzo al Coliseum. «En esta gira, no podía faltar A Coruña, a la que tengo un especial cariño porque fue uno de los lugares donde actué por primera vez en España. Esta tierra me acogió tan bien, con tanto respeto... Galicia es un lugar que sabe mostrar pasión, y al que siempre estamos encantados de volver», asegura el músico.

­-Confesó que tiene un «cacao enorme» por el hecho de hablar ocho idiomas...

-Bueno... entiendo ocho y los hablo como puedo.

-¿Está el gallego entre esos ocho?

-¡No todavía! Ojalá...

-El Goya por «Una vida entre las cuerdas» nos invita asomarnos a su arte y a una vida de película, con drama, aventura y éxito. Nos lleva a sus raíces, a la guerra del Líbano en el 75. Y al primer violín.

-Durante muchos años no recordé, lo tenía escondido en mi disco duro. A veces, las cosas duras que vives sientes que las tienes que esconder para seguir adelante, precintarlas para vivir el presente. Eso fue lo que me pasó durante años. Pero Nata Moreno sacó todo eso en el documental y fue para mí como una terapia. Fue bonito recordarlo, para disfrutar todavía más de lo que estoy viviendo ahora. Ver por dónde he tenido que pasar, de dónde vengo, me hace sentirme más agradecido.

-Parece increíble que, en la catástrofe, pueda nacer y fortalecerse el talento.

-La cultura es la única manera de sobrevivir a esos momentos. Y este concierto es precisamente un homenaje a aquello. La Royal Garage World Tour es un homenaje al primer garaje donde toqué, que no es el de los Beatles. Era un garaje donde nos escondíamos de las bombas, en aquella situación dramática en la que vivíamos. Empecé a tocar en el garaje y se nos cambió el ánimo. Otros empezaron a bailar, otros bajaron más instrumentos, y en medio de la guerra hacíamos fiesta. Fingíamos que éramos felices. La música nos cambió la vida.

-¿Recuerda el primer violín?

-Lo recuerdo. Me lo regaló mi padre, que era violinista.

-«Yo tenía diez años y mi padre me decía: Vamos, bajemos al garaje, vamos a montar una banda como la de los Rolling». ¿Fue así, tal como lo cuenta en su web?

-Esa es la parte más graciosa del cuento. No fue del todo así, pero sí había un pretexto para hacer música en el garaje. En los garajes suceden cosas increíbles. Hay muchas anécdotas... El garaje como un lugar subterráneo, ilegal, donde se monta un club y se hacen conciertos clandestinos. Cuando llegué a España, entré en una orquesta que empezó tocando en un foso. Recuerdo cuando mis compañeros empezaron a comprarse casas. Yo también quería comprar una casa, y cuando llegué al banco me dijeron: «La única cosa que puedes comprar es un garaje». Así que siempre he vuelto a los garajes, pero de modo anecdótico.

-Dio el primer concierto con 12 años. ¿Qué recuerda de aquel debut?

-Fue maravilloso. Líbano era un país que estaba viviendo una guerra que duró veinte años. Pero lo que percibía sobre todo era la esperanza, el optimismo de la gente. Y cada vez que había una tregua, que cesaban las bombas, la gente salía a la calle y volvía a reconstruir su país, su tienda, su casa, pensando que la guerra se había acabado de verdad. La única cosa de valor que tenía la gente era la esperanza. Y tener esperanza te invitaba a fingir que la vida era normal. Yo tuve mucha suerte porque a los 12 años, entre tregua y tregua de la guerra, se organizó un concierto y saboreé esa sensación. Desde entonces, no paré, no dejé de subir a los escenarios.

-¿Qué siente por su violín?

-Yo amo este instrumento, estoy enamorado, pero tengo varios violines, los personalizo, les hablo, los cuido, pero no dejo de pensar que un violín es un trozo de madera.

-No daría entonces la vida por un violín, como Paco de Lucía por su guitarra...

-No, no es tanto. Mi padre me decía: «Hay que cuidar el violín para que esté sano, y es frágil. Le afectan los cambios de tiempo, los viajes... Cuídalo». Es eso.

-¿Tiene uno favorito?

-Siempre hay un favorito, pero depende del concierto, y de la situación.

-Su «violín despeinado», como lo llaman, su actitud, la manera de tocar el éxito de su vida, ha supuesto una revolución. ¿No tiene reparos para mezclar lo clásico con el rock o el rap, no hay fronteras?

-No tengo prejuicios, he seguido una carretera larga para entender que la música y el rock se llevan bien. Yo disfruto la música sin límites, haciendo lo que me apetece.

-En la película sobre su vida, advierte que cada uno tiene un destino, al que tiende en cada paso, en cada ensayo. Y que «todos los escenarios del mundo son el mismo: la pasión del que escucha».

-Absolutamente. Cuando me preguntan cómo son los diferentes públicos, yo digo que creo que son todos el mismo: la pasión, el corazón del que te escucha. El ser humano es más o menos igual en todos los rincones. Tenemos un corazón, unas manos, un alma, un cerebro... y la música es un lenguaje universal que llega a todos, que no tiene que pasar por tu cerebro para llegar a todo el cuerpo. Es un arte que emociona, que no tienes que analizar ni entender. Simplemente, te toca y te emociona.

-¿El corazón pone la nota predominante?

-Sí, diría que sí. Cuando aprendes a respetar a los además, aprendes a vivir en un lugar donde no estás solo. Lo más importante es darte cuenta de que no vives solo, de que debes respetar a los demás, el corazón, la opinión, las costumbres de los otros, para llegar a tener un mundo agradable, donde podamos vivir en paz, juntos.

-Paganini es la primera estrella de rock. Eso ha dicho...

-Lo pienso. Paganini fue el primero que llevó a las masas un concierto de música instrumental. Antes, eran solo para los palacios. También fue el primer empresario de los conciertos, ¡funcionó! Decían que había hecho un pacto con el diablo...

-Se ha formado en las mejores escuelas, con grandes maestros, como Franco Gulli, Ruggiero Ricc o Herman Krebbers . ¿Qué nombres y referentes destacaría de modo singular?

-La verdad es que los profesores que tuve vinieron y pasaron. Mis profesores fueron mis encuentros y mis compañeros, más que la academia. No me han cambiado tanto la vida mis profesores. Lo que más me han enseñado son los escenarios, el público, los compañeros, el hecho de trabajar, viajar y conocer. Eso me ha formado como artista, ha hecho lo que soy. El conservatorio no hizo al artista, sino al músico que hacía bien su trabajo tocando las notas. Lo que aprendí después fue mucho más importante. Mi maestra es la vida.

-¿Domina, como parece en sus espectáculo, el arte de la improvisación?

-Bueno... ¿Qué es saber improvisar? Las cosas tienen que estar preparadas, trabajadas, para luego cuando las haces parece que salen por primera vez, para ser todo frescura. Tampoco puedes instalarte en la rutina, si caes en repetir siempre lo mismo será aburrido para ti y para el público. En cada actuación hay que reinventarse, para que sea como la primera vez.

-¿Qué siente al subir a un escenario?

-Agradecimiento. Por eso quiero darlo todo en el escenario, para dar las gracias. Para que la gente salga feliz. Y que dure.

-¿Cómo consigue el equilibrio, que la velocidad de su cuerpo no amenace la de sus dedos? ¡Hemos visto sus 20 flexiones en «La Resistencia»!

-Nada sale solo. Hay que prepararse, entrenarse, estar en forma. El escenario es un lugar donde tu corazón bate tres o cuatro veces más rápido de lo normal. Hay que hacer ejercicios y seguir una disciplina para conseguirlo y mantener la frescura.

-¿En qué consiste la felicidad?

-Son muchas cosas. Tiene que haber algo que te motive, seres queridos, cada uno debe poner sus ingredientes, poner más de lo que necesita más y menos de lo otro. Nadie sabe el secreto. Lo vamos poco a poco descubriendo.

-Es hijo adoptivo de Zaragoza.

-Mi mujer es de allí, así que tengo una relación especial con Zaragoza.

-¿Qué lleva en su «playlist»?

-Mi playlist cambia constantemente. Pero lo que más escucho, últimamente, es Bach.

-«A los 14 años para encontrarme con mi personalidad e intentar ser rebelde, excéntrico y guay. Me ponía un zapato diferente en cada pie y pensaba que era transgresor. Hoy a los 5 años Kairo ya lo hace con todo la naturalidad del mundo y me muero de amor», escribió en Twitter sobre su hijo. ¿Le ha puesto la paternidad contra las cuerdas?

-Ser padre ha sido un cambio extraordinario en mi vida, y muy inspirador. Es una maravilla.