«Escribiré otra novela, pero ya no siento esa ansiedad»

FUGAS

SANDRA ALONSO

Tras unos años íntimos, de relativo silencio, Luisa Castro ha vuelto al escaparate con la reedición del poemario de culto «Baleas e baleas». La autora de «La segunda mujer» habla con Fugas sobre la vida y los libros

06 sep 2018 . Actualizado a las 16:19 h.

El penúltimo día antes de dejar Galicia, para volar a Burdeos, Luisa Castro (Foz, 1966), hoy directora del Instituto Cervantes en la ciudad francesa, echa la vista atrás. «Me siento reconciliada con todas mis etapas. Me encuentro a gusto en lo que veo mirando atrás», afirma la autora de La segunda mujer. Luisa Castro ha vuelto al escaparate con un libro sin tiempo. «Es casual y azaroso que se vuelva a editar Baleas e baleas. Bueno, casual... tampoco tanto, porque se cumplen 30 años de cuando se editó por primera vez», enfoca.

-¿Qué tal le sientan los 30 a «Baleas e baleas» en opinión de su autora?

-Lo veo en forma... Es un libro que ha tenido lectores sucesivos. Hace nada estuvimos presentándolo en la librería Numax, en Santiago, y había un ambiente muy bonito. Parecía que compartíamos algo, y eso es lo bonito que tienen los libros.

-¿Siente extrañeza al volver sobre lo escrito, no piensa a veces: ‘¿Pero quién escribió esto, fui yo’?

-No, eso no me pasa. Yo no me pierdo de vista, me conozco bien. Vivo inmersa en lo que hago, en mi trabajo y en la escritura cuando me queda tiempo después de trabajar... Yo sé quién era con 20 años, quién era con 30... Nos tenemos muy conocidos, ¿no?

-A veces cuesta reconocerse en los que fuimos en otro momento...

-Los 40 no son los 50. A los 50 se va integrando todo. Yo estoy en un momento integral [risas], en el sentido más real de la palabra. Me siento reconciliada con todas mis etapas. Ahora, a mí no me choca nada de lo que ha ido pasando. Me encuentro a gusto en lo que veo mirando hacia atrás. Veo un recorrido coherente.

-Echamos de menos cuentos, nuevas novelas de Luisa Castro. ¿Cómo no encuentra tiempo para escribir?

-No siento esa ansiedad. Sí he ido escribiendo, pero durante los últimos años de una manera menos visible, apenas publicando. Yo sé que volveré a publicar, que volveré a escribir otra novela, pero no es un: «Ah, cada dos años tengo que publicar». Con ese ritmo corté. Hay épocas en la vida en que te apetece tener otras experiencias y probar otras cosas. No me gusta estar siempre interpretando el mismo papel, dentro del mismo traje. Escribir me llena, me satisface, pero también me gusta soñar con escribir. Compartirlo con los lectores es algo que te sale o no te sale. Estos años han sido más íntimos. He estado más volcada en otro trabajo. Cuando vives de la pluma, te pierdes una faceta importante del mundo, que es la colaboración con los demás.

-¿Novedades a la vista?

-Dentro de poquito, a finales de septiembre o en octubre, saldrá un nuevo libro mío de poemas en Visor y esto es una novedad, no una reedición.

-Pero es curioso lo novedoso que es a veces lo que tiene años. Tenemos un ejemplo en «El cuento de la criada», de Atwood, con historias que se escribieron hace décadas y se convierten en un espejo para nuevas generaciones, o en un lugar donde no dejamos de encontrarnos.

-Yo creo que la literatura verdadera está un poco fuera del tiempo. Hay que aspirar a eso. Publicar, para mí, es algo secundario.

-«Baleas e baleas» fue un rescate oportuno de Galaxia.

-Sí, de Francisco Castro. Saber que la iniciativa surgió de esta gente, y que en la presentación me acompañase un poeta como Ismael Ramos... tan joven, de 24 años. Me dijo su edad el otro día en Numax ¡y no me lo creía! Es un chico de la edad de mis hijos...

-Parece mentira que tenga hijos tan mayores...

-Jaja. Porque yo soy una niña además, ¿verdad? Me hace una ilusión doble que Baleas vuelva de nuevo al escaparate de esta manera.

-La poesía en Galicia tiene potencial, un relevo de voces interesantes.

-Sí, y esta siempre ha sido la tónica en la poesía en gallego, la del relevo, es como una cadena siempre en marcha que está engrasada, que funciona.

-De pequeña se veía ya como escritora, confesó a La Voz.

-Yo empecé a imaginarme en ese papel en el colegio, con 12 años. Incluso antes. Y es algo que tiene que ver con lo que lees. Accedí a las letras grandes a través de la literatura gallega. A los 12 años me conocía todo lo que se había escrito en gallego y más, gracias a un premio del colegio en forma de dinero canjeable por libros. Me empapé de las historia de Casares, Alfredo Conde, Margarita Ledo Andión, Freixanes, Cunqueiro, Fole, la generación toda de los 50... No eran lecturas de programa, eran libros que estaban en las librerías de mi pueblo. Te estoy hablando del año 79, o del 80, un momento muy bueno en la actividad literaria en Galicia, también por el momento político. Aquellos años del Estatuto y de la formación del Gobierno autónomo. Son además los años en que el gallego empieza a ser una asignatura en el instituto. Yo soy justo de la generación que estrena en primero de BUP la clase de gallego. Para mí fue una maravilla.

-¿A qué se parece contar?

-La escritura es como una droga, produce sinapsis, tiene algo que hace conectar cosas imprevistas. Te lleva a lugares que no habías previsto.

-Siento que nos ha costado años descubrir a Mercè Rodoreda, Edna O’Brien o incluso a Alice Munro, que llevaban toda una vida escribiendo...

-Es así. Es algo que tiene que ver con estar en el lugar adecuado y emplear los medios adecuados. Era un mundo que solía, o suele, estar en manos de los hombres. Pero eso está cambiando, y no es posible en el mundo civilizado la marcha atrás.

-¿Se parecen los libros a los hijos?

-No hay comparación, pero sí algo incondicional que nos une a los hijos y a los libros. No sé qué decirte... Los libros que escribes son un reflejo de tu mundo, de tu visión del mundo, y te aferras a eso. Los libros nos enseñan a ser mejores. Escribir un libro es tener la oportunidad de ser de otra manera.

-¿Escribe como vive?

-Yo soy de la cuerda de Proust. Lo que escribimos procede de nuestras vivencias y nuestros pensamientos, pero estos no siempre son lo que somos. Estamos hechos de tergiversaciones, de engaños, de relatos que nos contamos y no nos creemos ni nosotros mismos.

-¿Escribir es desenmascararse?

-Sí. Es lo más alejado del narcisismo. Escribir es cuestionarte, ponerte contra la pared y romper los clichés y las claves de tu mundo. Asumir ese riesgo.