Luces y sombras de Aretha Franklin

TEXTO: FERNANDO MOLEZÚN

FUGAS

cedida

Figura en el primer lugar de todas y cada una de las listas que recogen a los más grandes cantantes del siglo XX. Pero el papel de la Reina del Soul trascendió el terreno musical para convertirse en un icono social, aunque esto pasase factura a su vida privada. La reina ha muerto, viva la reina.

17 ago 2018 . Actualizado a las 11:25 h.

Las malas noticias que estos últimos días han ido llegando sobre la salud de Aretha Franklin hacían necesaria una revisión de esta figura del soul cuyos indiscutibles méritos musicales la han llevado a ocupar el trono del género -nadie se atrevería a discutirle el título de Reina del Soul- y cuyos méritos sociales, que también abundan, la han convertido en uno de los personajes fundamentales de la lucha por los derechos de los negros en EE.UU., hecho reconocido por el propio Barack Obama. Pero no todo han sido flores en la vida de esta diva que sacrificó su propia felicidad por una carrera impecable de la que, sin embargo, nunca llegó a estar plenamente satisfecha la artista.

En marzo del año pasado anunciaba Aretha Franklin su retirada definitiva de los escenarios. En plena lucha contra el cáncer, aseguraba entonces que se despediría de sus seguidores con un disco en el que colaboraría con Stevie Wonder. Vaya par, ahí es nada. La noticia de la despedida fue apagándose hasta esta semana en la que se ha vuelto a hablar de complicaciones con la enfermedad y saltaba a los titulares de todo el mundo lo que parecía un fatídico desenlace que finalmente se produjo este jueves.

La noticia no cogía a nadie de sorpresa, pero siempre cuesta decir adiós a una artista de semejante envergadura. Una mujer que, en una época en la que las voces femeninas sonaban más a acompañamiento que a protagonista -y más si la dama en cuestión era negra-, supo imponer su talento por encima de cualquier artista masculino del momento y convertirse así en la referencia para las siguientes generaciones de cantantes que se negaron a ser mera parte del coro. ¿Quién si no podría haber cogido una canción de mensaje más que cuestionable como el Respect de Otis Redding y convertirla en un himno feminista, arrebatándoselo para siempre a su intérprete original? Ella, que padeció en sus propias carnes el infierno de los malos tratos en su matrimonio con Ted White, se convirtió en la voz de la lucha de la mujer antes incluso de llegar a ser la voz del movimiento de los derechos civiles. No en vano, Aretha ostenta entre sus méritos el haber sido la primera mujer negra que ocupó la portada de la revista Time en 1968 y la primera en entrar en el Rock and Roll Hall of Fame.

Pero, como decíamos, su carrera tuvo también sombras, más allá de algún despistado intento de colocarse en las listas de éxitos en la década de los ochenta, que al final terminó cuajando con temas como aquel que compartió con George Michael. Y es que cuando una jovencísima Aretha comenzaba a dar sus primeros pasos en la industria musical con menos de 20 años, contaba ya con tres hijos, el primero de los cuales llegó cuando ni siquiera era todavía una adolescente. En la polémica biografía no autorizada Respect, de David Ritz (quien ya había escrito otra supervisada por la cantante), se llega a insinuar la posibilidad de que ese primer hijo fuese fruto de una relación incestuosa. Una juventud dura que derivó en una vida cargada de insatisfacción, exagerado divismo y envidias -asegura el biógrafo que, a pesar de ser la reina del soul, no toleraba ningún éxito de otras cantantes-, que sin embargo no llegan en ningún momento a ensombrecer a la que ha sido y será la voz más grande de la música pop.