Frank Westerman: «Hay mucha gente que prefiere la mentira a la verdad»

FUGAS

BENITO ORDOÑEZ

Es una especie de nuevo Ryszard Kapuscinski, el mítico reportero polaco, pero con su propio estilo, muy marcado. En su último libro aborda los diferentes relatos sobre la tragedia del Valle Nyos, en Camerún

26 may 2017 . Actualizado a las 09:49 h.

La noche del 21 de agosto de 1986 se oyó una explosión en el valle de Nyos, situado a unos 300 kilómetros al noroeste de Yaundé, la capital de Camerún. A la mañana siguiente, aparecieron muertos, sin ningún signo de destrucción o daños, 1.746 hombres, mujeres y niños en un radio de 20 kilómetros. También yacían sin vida gallinas, babuinos, cebúes, aves, hormigas y serpientes. Las casas, los árboles, la vegetación estaban intactos. ¿Qué pasó? En 1992 el periodista Frank Westerman (Emmen, Países Bajos, 1964) acudió a la zona para realizar un programa de radio; en el 2011 regresó al llamado valle de los muertos. El resultado es El Valle asesino. Sobre el origen de los mitos (Siruela), un libro en el que trata de averiguar cómo emergieron los diferentes relatos sobre aquella misteriosa catástrofe y por qué los mitos tienen a veces más fuerza que la realidad. Este escritor y periodista traducido a cincuenta idiomas estudió ingeniería agrícola tropical, fue corresponsal en Belgrado y Moscú y adquirió fama como escritor con Ingenieros de almas, al que siguieron Ararat y El destino de los caballos blancos. No le gusta que etiqueten sus libros como de no ficción, prefiere la denominación «literatura de los hechos», que utilizaba Kapuscinski.

-¿Qué le atrajo de la historia del lago Nyos?

-Me interesaba el enigma. Pero sobre todo ver qué importancia tienen los hechos y los relatos que se elaboran a partir de ellos, la información y la creación de historias. Fui corresponsal en Yugoslavia durante la guerra y en Moscú. Y llegué a un punto en que me pregunté si nos influyen los hechos o somos inmunes a ellos y si nos influyen más los relatos que se elaboran después. Con los sucesos del lago Nyos lo tenemos todo, es como un banco de pruebas, un laboratorio para intentar averiguar cómo nacen las historias y en última instancia los mitos, cómo se van superponiendo a los hechos y compiten entre sí. Cuando fui en 1992 como reportero mi principal objetivo era saber qué pasó. Como escritor, la pregunta cambió, ¿qué historias cuenta la gente sobre lo que pasó? Ver lo sucedido desde una cierta distancia temporal, 25 años después, para intentar averiguar cómo los familiares de los muertos, los militares, los periodistas, los vulcanólogos, los misioneros explicaron esa tragedia. Y ver qué relatos resultan más potentes.

-¿Qué relato ha prevalecido, el científico, el mítico o la conspiración?

-Depende mucho de con quién hables. En la comunidad científica ha ganado la teoría del islandés Haraldur Sigurdsson, apoyada por Estados Unidos, que sostiene que un factor externo o interno desestabilizó la capa superior de agua y el lago vomitó el gas letal. Pero incluso dentro de la comunidad científica había una facción, encabezada por el célebre Haroun Tazieff, que mantuvo que hubo una erupción del volcán interior del lago que liberó toneladas de dióxido de carbono. Se produjo un gran choque de egos. El cisma sigue abierto. Pero si vas a Camerún las teorías científicas están en el último lugar del ránking, que encabeza el relato de que la catástrofe fue debida a una prueba nuclear. Entre esos dos extremos hay otros relatos, como el de los contadores de historias locales, que dicen que fue un castigo porque el dios del lago les abandonó y en su huida rompió el huevo de la pitón. O el de un cura holandés, que dijo que detrás de todo estuvo la mano de Satanás.

-Usted es ingeniero agrónomo, pero da un gran valor a los relatos, a pesar de que no sean científicos.

-Tengo formación científica y me enseñaron que los elementos básicos de la vida son A, B, G y T, las cuatro secuencias del ADN. Pero como escritor he llegado a la conclusión de que hay 26 letras en el abecedario, a los que hay que añadir la interrogación, la exclamación, la coma y el punto. Hay 30 signos, que quizá resulten más importantes para nosotros. Lo que intento demostrar es que los relatos que creamos, que no necesariamente son reales, tienen más importancia en nuestras vidas que una explicación científica.

-Es el caso de las religiones.

-Millones de personas prefieren los relatos a los hechos. Preferimos crear una jaula y encerrarnos dentro de los relatos que creamos. Somos inmunes a los hechos que no encajan en nuestra visión del mundo. Vemos todo bajo el prisma de nuestra visión preconcebida. Puedes publicar lo que sea, una enorme cantidad de hechos, pero si al que lo lee no le gustan no le influyen. Eso se puede ver en el caso de Donald Trump.

-Lo importante en política es tener un relato que llegue a los votantes, aunque contenga falsedades.

-Sí. Los relatos están cada vez menos basados en los hechos. En El valle asesino, el misionero holandés Fred ten Horn fue el primer testigo que dio una visión apocalíptica. Recibió una llamada de la agencia Reuters y les contó que fue como si hubiera estallado una bomba de neutrones. Esas palabras se fueron reproduciendo. Ese relato es más potente que los informes científicos, ha prevalecido, al igual que en Estados Unidos lo ha hecho el de Trump. Por eso Putin ha abierto en Rusia fábricas para crear relatos falsos, fake news, que luego se difunden por las redes sociales porque son más potentes que los relatos basados en hechos. Hay mucha gente que considera grandes mentirosos a The New York Times o la CNN, que respetan los hechos. Prefieren la mentira a la verdad. Hay una tendencia a preferir las fábulas, las fantasías, la ficción, aunque no sean verdad, a los relatos basados en hechos. Y yo he intentado averiguar por qué. Si nos fijamos en El Valle asesino hay una serie de relatos que compiten entre sí. Cuanto más potente es un relato más posibilidades tiene de sobrevivir. En el mundo cultural, los diferentes relatos compiten, al igual que las especies luchan en la naturaleza, y solo los más fuertes sobreviven, como en las teorías de Darwin. Las historias evolucionan como las especies en la naturaleza, mutan a medida que se reproducen. Esa frase «como si hubiera estallado una bomba de neutrones» se reproduce, luego hay mutaciones y el «cómo si» desaparece del relato. ¿Por qué es el relato preferido? Porque es poderoso, tiene espíritu luchador, echa la culpa a los franceses, los americanos, los israelíes de utilizar a los cameruneses como cobayas, los extranjeros son los malvados. Es un relato mejor que algo difícil que tiene que ver con dióxido de carbono o el olor a huevos podridos.

-El primer texto que publicó fue una entrevista con el duque de Huéscar, actual duque de Alba.

-Yo quería ser periodista. Fui con un amigo mío, muy buen fotógrafo, en un coche muy viejo a Andalucía en 1992 para publicar un reportaje. Leímos que el duque de Huéscar se iba a casar en la catedral de Sevilla. Falsificamos unas credenciales de prensa con fotocopias plastificadas y fuimos allí. Sacamos una fotos muy buenas de la duquesa de Alba y del duque de Huéscar. Pero me dijeron que si quería ser periodista les llevara una entrevista. Volví a Madrid, donde vivía en una pensión enfrente del palacio de Liria, y entregué una carta a su mayordomo pidiéndola. Todos los días iba a la puerta a preguntar y, después de cinco, me dijeron que fuera por la tarde y me dio una audiencia.