Jake Gyllenhaall: «Me pegaron, pegué, y no me importó»

María Estévez

FUGAS

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«Soy un tipo muy auténtico que se lleva muy bien con su locura»: así se defineel actor, que este fin de semana regresa a las pantallas con un papel de boxeador, muy distinto a aquel que le dio la fama en «Brokeback Mountain»

24 mar 2017 . Actualizado a las 09:36 h.

El director Antoine Fuqua (Training Day) y los guionistas Kurt Sutter y Richard Wenk se unen para crear Redención, la historia de Billy The Great Hope, un peso ligero que fue campeón del mundo de boxeo al que da vida el actor Jake Gyllenhaall (Brokeback Mountain, Animales nocturnos). Billy Hope parece tenerlo todo: una carrera increíble, una mujer y una hija adorables, estilo y una personalidad por la que es admirado. Sin embargo, la tragedia llega cuando el mánager que le ha ayudado a triunfar lo abandona. Entonces, la vida de Hope toca fondo y se convierte en una lucha contra sí mismo. La cinta cuenta con un Gyllenhaall espectacular, física e interpretativamente hablando, un actor que, a sus 36 años, se revela como uno de los más vanguardistas de su generación.

-¿Qué se propuso al interpretar un personaje tan físico como Billy Hope?

-Decidí que quería protagonizar un personaje que dependiera de su físico, de su poder, para mostrarse ante el público. El miedo estaba en no aparentar ser un boxeador de élite. Me dediqué durante meses a entrenarme, lo di todo con ese propósito. Ha sido una experiencia muy formativa para mí.

-¿Sobre su capacidad de sacrificio?

-Efectivamente. El personaje requería aprender la técnica del boxeo: los pies, las manos, la defensa, pero también su capacidad física y mental para aguantar los golpes. Yo no tenía ninguna experiencia previa en el boxeo y durante ocho meses de entrenamiento entendí lo que necesitaba. Empecé con 500 abdominales al día para subir progresivamente hasta los mil al día, eso en una sesión de ejercicios. Luego hay que sumar las horas de golpear y golpear los sacos y sesiones diseñadas para aprender a guiarte a mejorar los golpes.

-Ha habido grandes películas de boxeo a lo largo de los años. ¿Qué encontró en este guion para protagonizarlo?

-Sabía que la historia del boxeador frustrado ya se había contado y que este es un género muy explotado. Sin embargo, me interesó explorar el odio como un mecanismo de motivación, la rabia para recuperar el éxito perdido. El dinero y la fama le destruyen, pero aprende de sus errores y evoluciona. Pelea contra sí mismo, contra todo lo que odia. Yo estoy fascinado con la idea de cómo cada uno enfrenta su mal humor, su temperamento, la rabia contenida que nos hace explotar. He podido enfrentarme al mío dentro de un contexto en el que me sentía seguro, es bueno conocer tus limites y mostrarte fuerte y vulnerable al mismo tiempo.

-¿En algún momento quiso tirar la toalla?

-La preparación física fue extraordinaria, pero no se trataba de fingir que sabía boxear, sino de aprender bien los movimientos de pies. Mis entrenadores se lo tomaron muy en serio, y eso me motivó mucho más, especialmente en esos momentos en los que el cansancio te hace incluso vomitar. Es un sentimiento muy extraño tener que vomitar y seguir entrenando. Yo, que me conozco bien, sabía lo que me cuesta aprender una nueva habilidad. También sabía lo distinto que soy, comparándome con el personaje, y podía sentir mi resistencia interior al interpretarlo. Sin embargo, era consciente de que si le dedicaba el tiempo suficiente, no iba a poder escapar de su personalidad. Descubrí que su rabia interior es muy parecida a la mía.

-¿Qué fue lo que más le costó?

-Lo más difícil fue el boxeo a solas, porque tienes que pelear contra el aire utilizando tu imaginación mientras un grupo de gente te mira y comenta tus movimientos. Es muy embarazoso. Tuve que aceptar esa vergüenza de pensar que debía convencer a todos los allí presentes de que yo sabía hacer lo que estaba haciendo. Fue un ejercicio de humildad, particularmente para un actor acostumbrado a la vanidad [se ríe].

-Es una película de boxeo diferente, muy distinta a «Rocky», por ejemplo.

-Creo que sí. Especialmente por algunas escenas de pelea que nunca se habían rodado en el cine. Debo reconocer, y me siento orgulloso de ello, que no me importó pegar ni que me pegaran y eso se demuestra en algunas secuencias donde no todo está coreografiado.

-Usted es un actor muy intenso.

-La intensidad forma parte de mi filosofía. Soy un tipo muy auténtico que se lleva bien con su locura. Creo profundamente en la pasión por un proyecto y quiero colaborar con directores que se diviertan con mi forma de interpretar.

-¿Está diciendo que hace películas para una audiencia elitista?

-Me gusta formar parte de un espacio limitado. Me siento más libre cuando el público entiende mi trabajo. Digamos que me encuentro seguro expresando mi naturaleza como artista en un ambiente que no es para todo el mundo. Soy un actor que necesita su proceso intelectual y se deja llevar por su instinto. Requiere educación e inteligencia ser un buen actor, no se trata simplemente de tener unos dientes bonitos.

-Al final usted mismo se va a colgar la etiqueta de actor difícil...

-Soy consciente de lo que quiero y voy a seguir participando en proyectos fuera del sistema, entreteniéndome y sorprendiéndome con los guiones que elijo. Ojalá mi trayectoria como artista sea atractiva para la audiencia y esta se deje convencer por el material que le brindo.