El que siembra talento...

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A Alberto Vázquez los dos últimos goyas (y ya tiene tres) le han dado una enorme proyección popular, pero su trabajo ya era aplaudido en el mundo del cómic y de la animación desde hace diez años. Esta es su historia

10 feb 2017 . Actualizado a las 06:00 h.

Hay que tener descaro para plantarse en la gala de los Goya, recoger tu premio y pasar de familia, pareja o compañeros de rodaje en los agradecimientos. Y en lugar de eso, soltar una ristra de cifras ante el micro. "0072... Es nuestro número de cuenta, para colaborar”, soltó ante las atónitas celebrities del madrileño Teatro Real Alberto Vázquez Rico (A Coruña, 1980). Hay que tener descaro porque más de uno pensaría “menuda oportunidad perdida, a ver cuándo vuelves a subir tú a por un goya”. Aquel episodio fue en febrero del 2012.

Cinco años después, el mismo chaval volvía a subir. Y por dos veces. A por otros tantos cabezudos. Uno ignora si aquella salida tan original, la de la cuenta corriente, sirvió o no, pero lo cierto es que el proyecto para el que buscaba financiación salió adelante y en un par de semanas llega a los cines. Se llama Psiconautas, los niños olvidados.

Total, que estamos ante el segundo gallego con tres goyas en su biografía; el otro es Luis Tosar, lo habían adivinado. El primer premio lo recibió por Birdboy, un corto de animación que es en realidad versión-hermana-pequeña de Psiconautas, largometraje que antes fue un cómic, del 2007, el medio en el que se dio a conocer. Porque otra cosa no hará Alberto Vázquez, pero dibujar... Casi de manera compulsiva, reconoce, desde los tiempos del instituto, desde las facultades de Bellas Artes de Pontevedra y Valencia, desde las escuelas de Barcelona en las que pulió su estilo. Dicen quienes han trabajado con él que lo hace del tirón, que lo tiene todo en la cabeza. Ahí está el origen, en el lápiz, en el papel, en una buena idea recogida a tiempo antes de que vuele. Él es de los de esa escuela, de los que montan aún de manera artesanal, de los que prescinden del 3D, de los que quieren que su trabajo se pueda ver con la misma frescura hoy que dentro de diez años. Esa es una de las claves.

Se puede comprobar revisando Freda o Psiconautas (el del papel, el original). Sus primeros cómics (realmente, el primero es Verbas de sal, una adaptación para público juvenil) resisten muy bien el paso del tiempo, aunque es inevitable advertir un cierto amateurismo en la primera, quizá herencia de algunos primeros experimentos en fanzines. En Freda (Edicións de Ponent, 2002) se advierte ya el tono oscuro, el dibujo ágil y las atmósferas densas que terminan calando en Psiconautas (Astiberri, 2007), excepcional; por el medio, adaptaciones ilustradas de Poe y de Lovecraft. Una manera de marcar por dónde están algunas de sus influencias.

Psiconautas es, hasta la fecha, su penúltima incursión en el tebeo; la retirada (se entiende que temporal) fue El evangelio de Judas (Astiberri, 2012), otra obra estupenda con algo más de aire en las páginas, más atrevida la puesta en página. Pero quedémonos con la primera porque de ahí parte el reconocimiento que está cosechando ahora. Nominado como mejor obra y como mejor autor en el Salón de Barcelona (el más prestigioso en España), el cómic es un puñetazo en el estómago, sobre todo atendiendo al momento en el que se edita: marzo del 2006. El trabajo es como un presagio, la cara B del paraíso, una advertencia. Llegó el cómic en plena bonanza económica para hablarnos de una sociedad enferma, de contaminación, de tristeza, de un puñado de niños intoxicados (esos ojos negros, muertos) que sienten que se les escurre la vida entre los dedos... y no les importa. Hay una galería de personajes extraños, de formas de animales en un relato ágil, desesperante pero adictivo. Al final, lo que hay es una búsqueda del bien, de la luz, entre el estiércol. El personaje con el que arranca, Birdboy, es el que luego le valdría para centrar su primer corto de animación, y, también, su primer goya. Tenía Vázquez el anhelo por llevar todo Psiconautas a una pantalla, pero no la pasta. Se empezó por lo pequeño, una especie de spin-off de una serie que ahora suma una veintena de premios internacionales y ha pasado por un centenar de festivales en medio planeta. Decorado, su último corto, tiene una docena de reconocimientos (el Goya es el último, por ahora), y la propia Psiconautas, los niños olvidados, otra veintena antes incluso del estreno oficial. De México a Hungría pasando por Canadá o Argentina. Dibujar y moverse, con talento, con habilidad. A la hora de escribir estas líneas Alberto Vázquez anda por Francia, de promoción. Porque tendrá tres goyas, sí, pero sus obras no se van a vender solas. Hay que seguir, aunque sea dando el número de cuenta.