Todos los sueños del mundo

Luís Pousa Rodríguez
Luis Pousa PERIFERIAS

FUGAS

06 ene 2017 . Actualizado a las 05:15 h.

De todos los Pessoas que fue Pessoa, el más Pessoa de todos fue Álvaro de Campos. Tal vez incluso fue más Pessoa que el propio Fernando Pessoa. Porque entre su nube de heterónimos y desdoblamientos de personalidad, Álvaro de Campos es un maelstrom en medio de ese océano de palabras que el poeta portugués dejó encerrado en un baúl para los lectores del futuro.

De Álvaro de Campos nos cuenta Pessoa que nació en Tavira en 1890 y que era ingeniero naval por Glasgow. Medía 1,75 -«dos centímetros más que yo», matiza Pessoa-, «entre blanco y moreno, tipo vagamente de judío portugués, de cabello liso y normalmente apartado a un lado, monóculo».

El poeta tenía un grave problema de lindes entre sus heterónimos. Cuando Pessoa entabla noviazgo con Ofélia Queiroz -el único amor de su vida-, Álvaro de Campos le escribe para que abandone a Pessoa. Así lo recuerda el profesor argentino Santiago Kovladoff:

-Ofélia también entra en el juego y llega incluso a escribirle directamente a Campos. Lo hace para manifestarle el desagrado que le inspira. A Pessoa le ruega que se libere del ingeniero. Le parece de muy mal gusto que le permita apoderarse de sus cartas. Pessoa se excusa. Le explica que no puede evitar sentirse avasallado por Campos. En un punto, no miente. Le ocurre con Campos y con los demás heterónimos.

Álvaro de Campos es el yo torrencial, desbordante e inabarcable de Pessoa. Ahora podemos leerlo íntegro en su Obra completa, que reúne Pre-Textos. Podemos regresar a su Oda triunfal, su Oda marítima, su Saludo a Walt Whitman -que es un saludo de tú a tú, o mejor dicho, de yo a yo-, a Lisbon Revisited o a ese tesoro titulado Estanco (Tabacaria, en el original), donde el universo paralelo llamado Álvaro de Campos dejó uno de los arranques poéticos más deslumbrantes del siglo XX:

«No soy nada.

Nunca seré nada.

No puedo querer ser nada.

Esto aparte, tengo en mí todos los sueños del mundo».