Lo que se oculta a los ojos

FUGAS

eduardo cano

Muñoz Rengel viaja en el tiempo al siglo XVI para escribir una novela que, con un gran despliegue de imaginación y fantasía, rinde un homenaje a la creación literaria

21 oct 2016 . Actualizado a las 05:25 h.

«La mayoría de las grandes cosas de este mundo transcurren ocultas a los ojos de los otros, en el minúsculo espacio de lo mínimo». Esta definición, que bien podría resumir el cometido de la literatura, preside la frase del protagonista de la nueva novela de Juan Jacinto Muñoz Rengel (Málaga, 1974): El gran imaginador, subitulada O la fabulosa historia del viajero de los cien nombres, es un cumplido homenaje a la capacidad de fabular y la fantasía. El libro se abre con una de las grandes batallas de la historia, la de Lepanto, donde entre los contendientes se hallan dos escritores inéditos: uno, no podía ser otro, Miguel de Cervantes; el segundo, Nikolaos Popoulos, que intervendrá en el suceso que le conferirá al autor del Quijote una de sus características más recordadas. En tiempos de efemérides cervantinas, uno se podría esperar al escritor como protagonista de este libro, pero Muñoz Rengel arriesga y convierte a Popoulos en el centro de sus páginas. Así, desgrana su infancia y juventud, con todo lujo de detalles y un gran despliegue imaginativo que, de alguna manera, lo acercan a esas aparentes trivialidades pero que definen un personaje y una época, muy al gusto de Cunqueiro, por ejemplo. Con él comparte también otra característica, que es la del humor: el homenaje a la fascinación de la literatura no debe sacralizarla ni encorsetarla, sino también divertirse con ella. Ahí está el pasaje en el que el niño Nikolaos sueña con cortarle la cola a una sirena para conservarla en salazón y darse un festín, o el que enumera con precisión el número de cristianos, musulmanes, agnósticos y ateos que concurrieron en Lepanto. Dos pinceladas de una novela llena de humor e imaginación.