«He llegado a sentirme un auténtico lobo estepario»

FUGAS

¿Y quién es él? Pues, en realidad, un tipo afable y locuaz que asume con buen humor el hecho de que lo vean como «un triste y un plasta»

16 sep 2016 . Actualizado a las 09:24 h.

Quizá parte de su gloria radique en que ha representado como nadie al españolito medio. Nunca fue amigo de alardes ni excesos. Tímido, tierno y sereno a partes iguales, le satisfacen tanto los muchos éxitos que ha compuesto para otros como los suyos propios. Ha escrito al amor, sí, pero tampoco ha eludido la crónica social. El próximo sábado 24, en A Coruña, finaliza la gira española de su último disco, Calma, título que esconde una sencilla pero rotunda declaración de principios.

-¿Qué le quita el sosiego?

?Cada vez que pongo la televisión y veo a esos pobres colgados en las vallas de Ceuta. También se me rompe el alma cuando veo la destrucción de Alepo. O la violencia en general. Y me desasosiega mucho que los niños e incluso muchas parejas dediquen todo su tiempo libre al teléfono móvil.

-Y usted, ¿a qué dedica el tiempo libre?

-A la escritura, a mis viajes, al campo... La naturaleza siempre me es fiel y me ayuda a reconciliarme con el mundo.

-¿Le molesta que solo se le considere un cantautor romántico y no se le reconozca su faceta más social?

-No, porque tampoco yo nunca he abanderado nada. No he sido sectario en la política. Yo he cantado para los ricos de Marbella y para los mineros de Huelva. Y, por ejemplo, Un velero llamado libertad la utilizaron unos y otros. Cuando yo escribí en 1975 Cosas de doña Asunción era un palo tremendo a aquella sociedad burguesa, cacique y cerrada. O El amo y el mozo... Yo he sido un niño de posguerra criado en un medio rural. Y claro que eso me ha influido. Yo sí me considero un cantante social.

-¿Qué queda de aquel niño que tocaba el laúd en la rondalla de Castejón?

-Uy, pues mucho. Aún me acuerdo del Clavelitos. Y de hecho cuando escribo sigo haciéndolo con mi guitarra y utilizando los cuatro acordes que me sabía entonces. Reconozco que en eso no he evolucionado nada ni he tenido interés en aprenderme todos los cientos de acordes que existen para hacer una melodía maravillosa. En el fondo sigo siendo aquel chico inquieto que se emociona con las mismas cosas que entonces.

-¿Por qué ese afán por ser la antítesis del ídolo?

-Eso, más que nada, es timidez. Y la timidez ha sido la que me ha impedido jugar a cosas que podrían haber sido interesantes para mi profesión.

-¿Seguro? Sin hacerlo ha llegado más lejos que nadie...

-Bueno... He llegado mucho más lejos de lo que esperaba, pero quizá podría haber conseguido mucho más si hubiera aceptado las concesiones que se me han pedido.

-¿Nunca ha dado el brazo a torcer?

-Hubo momentos en los que tuve que hacer alguna concesión en la parte artística. Hoy ya no. Pero en mi imagen pública, nunca. Y eso me llevó a ser bastante solitario. He llegado a sentirme un auténtico lobo estepario.

-Y, lo que son las cosas, ahora lo reivindican los indies. ¿Cómo está viviendo eso?

-Cuando me llamaron Elefantes para decirme que querían hacer una versión de Te quiero les pregunté que música hacían, porque, confieso, no los conocía. Me dijeron que indie. Y les dije «¿queee?». No sabía qué era eso. Reconozco que al principio tuve ciertas reticencias, pero ahora estoy encantado. Me parecen una gente estupenda.

-La semana pasada en estas mismas páginas Shuarma, cantante de Elefantes, decía que para él usted había sido una influencia fundamental. ¿Están saliendo del armario sus fans modernos?

-Sí, parece que sí. Si hasta me entrevistan en Radio 3 (se ríe). Creo que esta nueva generación se ha liberado de complejos y no tiene reparos en reconocer que en una carrera tan larga algo bueno habré hecho.

-¿Tiene algo que ver en todo esto que el productor de su último disco ?por cierto, su hijo? haya introducido en él nuevas sonoridades?

-Seguro que sí. De no haber sido por él yo habría hecho un disco en la línea de los que solía hacer. Pero él quiso introducir otros matices en mis canciones y yo me puse en sus manos aunque siempre vigilando para ver si se pasaba. Y se pasó, sí, pero para bien.

-Raphael y el Dúo Dinámico ya han ido al Sonorama. ¿Y si se lo proponen a usted?

-Ya me lo han propuesto, ya. Y siempre les digo que algún día, que ya veré... Pero tampoco cierro la puerta del todo.

-Ha escrito para los más grandes, pero ¿le queda alguna espinita clavada? ¿A quién le gustaría haber compuesto una canción?

-A Charles Aznavour. Y aunque nunca voy a tirar la toalla, creo que se me ha hecho viejo y yo también.

-¿Y qué canción le habría gustado componer?

-Ne me quitte pas, de Jacques Brel. Y si cruzamos el charco, me habría encantado escribir Alfonsina y el mar, de Violeta Parra.

-¿A usted también lo descargan ilegalmente?

-Por supuesto. Pero aún tengo la suerte de tener un público que prefiere pagar una entrada y venir a verme para que les cante casi al oído que la inmoralidad de bajarse mi disco de la red y escucharlo sin pagar nada. Eso, sencillamente, es robar como quien roba de un huerto una manzana.

-En una de las canciones de su último disco pide «calma para consumir el tiempo lentamente». ¿Qué le pide a la vida?

-Le pido calma, le pido paz, le pido trabajo para la gente que no lo tiene y un poco de humildad para los prepotentes. Pido elasticidad a los políticos y que miren más al pueblo.