Las originales memorias prepóstumas de un cineasta excéntrico

Miguel Anxo Fernández

FUGAS

Los Monty Phyton en «Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores», dirigida por Terry Gilliam (en el centro, abajo) y Terry Jones en 1975
Los Monty Phyton en «Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores», dirigida por Terry Gilliam (en el centro, abajo) y Terry Jones en 1975

Para salirse del carril de los recuentos vitales comunes, Terry Gilliam recurre a subrayados personales con jugosas anotaciones caligráficas, apoyándose en su álbum privado y en ilustraciones propias

24 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuenta Terry Gilliam que este «no es el libro que mi hija y yo nos habíamos planteado escribir». Les hacía ilusión «un libro grande, caro y elegante, de los que tanto lucen en una mesa de centro», y les salieron unas memorias «prepóstumas» que, más allá de su original estructura, su desenfado y su mordacidad, resultaron ser también un objeto curioso de diseño, que Malpaso Ediciones respetó para su versión en castellano.

Gilliam, estadounidense de Minneapolis (1940), tipo fuera de lo común y desenfadado, tanto en su obra gráfica como escrita, pero sobre todo cinematográfica (hasta el booktrailer animado lleva su sello), alcanzó la cima de su popularidad como sexto miembro («y único transoceánico») de los irreverentes Monty Python Flying Circus. A aquel Londres de finales de los años 60 llegó Gilliam después de residir en Nueva York y Los Angeles para sobresalir como cineasta, primero con los citados Monty Python (que también llevan lo suyo en Gillamismos) y después en solitario, encadenando éxitos junto a estrepitosos batacazos en taquilla, cuando no proyectos inacabados como su Don Quijote (por tierras españolas, que conocía de su itinerancia en los sesenta, en donde llegó a ser confundido con el torero El Cordobés).

Como no podía ser de otra manera, el hombre reparte cariños y estopa, o descarga ironía sobre ilustres como George Harrison («salvó La vida de Brian (?), la película que más nos divirtió sin duda alguna»), Robin Williams, Robert de Niro, Johnny Depp o Heath Ledger, sin olvidar a Marlon Brando, Woody Allen y Frank Zapa, entre muchos otros, incluidos los propios Monty...

Hijo de un carpintero instalador de prefabricados, y de una madre «organizadora», Gilliam deja unas memorias que son también una refrescante radiografía de la época pop y la contracultura desde una ciudad cuya City le provocaba «ensoñación dickensiana» hasta que «los artesanos y los obreros ya no fueron necesarios», atribuyendo tal cosa a Margaret Thatcher. Concluye con la necesidad de prepararse para la muerte, «lo único en la vida que está de verdad garantizado».

Guilliamiamos. Memorias prepóstumas. Memorias. Terry Gilliam. Traducción de Emilia García-Romeu. Malpaso Ediciones. 297 páginas. 29,90 euros