Turismo de piedras en Friol

JUAN CARLOS MARTÍNEZ EN EL COCHE DE SAN FERNANDO

FUGAS

10 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

 A veces el nombre que recibes te marca el destino. Conozco a un señor Duro que es un intransigente redomado. ¿Le ocurrirá lo mismo a Friol? Deberíamos saber que este municipio no es particularmente frío y que el topónimo no tiene que ver con las temperaturas, sino con la advocación juliana del foro o mercado sobre el que creció el pueblo. Así que dejémonos de prejuicios y vayamos a Friol. Si es con niños, a ver la fortaleza de San Paio de Narla, que dentro de su imponente estructura contiene un encantador museo etnográfico; si es con larpeiros, a probar queso y pan, no solo el famoso de Ousá; también la deliciosa torta chata que cuecen, por ejemplo, en Casanova, en la capital.

La última visita fue para ver una piedra. ¿Turismo Picapiedra? Pues sí. En Bouzaboa, parroquia de Trasmonte, una bruja se enfadó un día después de dar un traspié; cogió el peñón culpable del tropiezo y lo dejó bailando en el aire sobre otra roca sobresaliente. Se llama Pena Bicuda y es fácil verla, al borde de la carretera local, cuando los carballos que crecen sobre las dos pierden la hoja. Árboles sobre piedras ingrávidas, como en las portadas de Roger Dean para Yes. Una extraña cubeta ovalada, bajo el pico del peñasco, aún le añade más misterio. Si queréis convencer a alguien de que hay meigas, llevadlo allí.

El granito, no el frío, marca la personalidad de Friol. La talla de los sillares en Miraz, en Narla, en las casas grandes típicamente lucenses, es de una precisión impresionante. Aún hay canteras en marcha en este territorio ganadero (cuatro vacas por habitante) y forestal, que está perdiendo población y no lo merece.