Javier Cansado: «Faemino es un dibujo animado, el cabrón, es maravilloso. En el escenario apenas lo miro porque si lo miro me río»

FUGAS

Se felicitan de que a ellos no les haya afectado la «crisis de la pareja» que tantos dúos humorísticos ha desbaratado en España. Primero, porque ya no tienen sexo y, segundo, porque fueron colegas de barrio antes que pareja. Lo que Faemino y Cansado sí se plantean a medio plazo, tras más de 30 años sobre los escenarios, es reducir las giras y dosificar sus actuaciones. De momento, este fin de semana aún se dejarán ver en Galicia con su espectáculo «¡Como en casa, ni hablar!»

22 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Si en blanco y negro fueron Gila o Tip y Coll, los grandes renovadores del humor en España, ya en color, han sido, sin duda, Faemino y Cansado. Su escuela, a caballo entre lo absurdo y lo real, se manifiesta hoy más vigente que nunca en buena parte de esa pléyade de nuevos cómicos que, en opinión de Javier Cansado, «han elevado hoy el humor español al nivel más alto de su historia». Está claro que sin ellos antes, no habría sido posible.

-«¡Como en casa, ni hablar!». ¿Les incomoda ya salir de gira?

-Nuestros títulos siempre han sido muy conceptuales. En este caso, la casa no se refiere tanto al hogar como a ese estilo en el que nos movemos desde hace más de 30 años.

-Entonces, ¿no hay cierto hastío?

-Hastío no, pero sí que llevamos un tunda considerable y cada vez nos cuesta más movernos. A mí me seduce la idea de dejar de viajar. No dejar de actuar, pero sí rebajar mucho el número de salidas. A lo mejor, una al mes. Es que ya tenemos una edad y además bebimos mucho en los 80.

-¿Está cansado de Cansado?

-No, no. Yo estoy muy orgulloso y muy contento.

-¿El tiempo les ha limado los colmillos?

-No, lo que nos ha hecho es más libres, más locos. Antes aún nos cortábamos un poco con respecto a determinados temas pero ahora, cuando nos ponemos en estado alfa, decimos los que se nos ocurre. Siempre, eso sí, sin salirnos de nuestra línea.

-Una línea en la que no tiene cabida el chiste.

-Cuando nosotros empezamos en España imperaba la imitación y el chiste. A nosotros nos costó muchísimo que nos aceptasen en nuestro registro. Pero hoy, afortunadamente, ya hay toda una generación de humoristas que ha superado el chiste y que ha situado el nivel del humor en España en algo superlativo.

-¿No hay un cierto abuso del monólogo?

-Obviamente en la comedia también hay modas. Cuando nosotros empezamos el formato que imperaba era la pareja. Pero como siempre pasa, tras la eclosión solo quedan los que son buenos. Siempre es así. De todos modos creo que el monólogo ha venido para quedarse. No el de El club de la comedia, que es una cosa un poco más burguesa y menos interesante. Hablo del cómico que cuenta sus anécdotas, que reflexiona sobre su forma de ver la vida... Eso no creo que vaya a pasar de moda.

-La moda que, creo, no lleva bien es la de las estatuas humanas en la calle.

-Por dios, que no se malinterprete, que la gente se gane la vida como sea. Pero siempre he sido muy refractario al mundo mimo. Me parece que la palabra es tan estupenda que desdeñarla me resulta incomprensible. Tener una cierta formación gestual me parece fantástico pero basarte solo en eso me da un poco de reparo. Y ya, claro, el colmo de eso, la sublimación del mal rollo, es la estatua humana.  

-Por  lo que siempre ha sentido fascinación es por las esdrújulas. ¿Qué tienen ese tipo de palabras?

-El humor más intelectual, más verbal, los juegos de palabras, siempre me ha gustado mucho. Y en ese ámbito, las esdrújulas y las palabras con hache intercalada me parecen imbatibles. Son poesía pura.

-¿No es agotador llevar siempre el sambenito ese del humor inteligente?

-Afortunadamente ya no hace falta. Hace tiempo, como apenas había nadie que ofreciera algo diferente, nos pusieron el sambenito ese y nosotros encantados. Pero es que ahora mismo tú ves a Ignatius o a (Miguel) Noguera y nosotros no somos nada inteligentes comparados con ellos. Somos estupendos pero no a su nivel. O sea, que ese espacio del humor inteligente hoy ya lo ha ocupado mucha gente, de lo cual yo estoy muy contento, como espectador y como compañero.

-En alguna ocasión se han definido como «realistas surrealistas». ¿A qué se refieren?

-Es una idea de Carlos (Faemino), brillante y contradictoria, como nosotros, que creo que nos define de una forma muy entendible. Porque somos surrealistas pero siempre dentro del mundo real. De lo que hablamos son siempre cosas muy cercanas y muy reconocibles. 

-¿Qué es lo más surrealista que les ha pasado en un escenario?

-En los 80 actuamos en un local de Madrid para dos personas, una pareja, que estuvieron toda la actuación besándose en un rincón. La cosa adquiere dimensiones poéticas porque cuando terminamos dejaron de besarse para aplaudirnos, los saludamos y nos fuimos. Fue muy loco.

-En su primera licencia profesional estaban adscritos al epígrafe de «excéntricos, charlistas y caricatos». ¿De qué se sienten más cercanos?

-Yo soy más charlista, obviamente. Y Faemino es más caricato. Faemino es un dibujo animado, el cabrón. Es maravilloso. Yo siempre cuento que en el escenario apenas lo miro porque si lo miro me río. Es que es la gracia total personificada. Y quizá por tener esos roles tan marcados y tan distintos es por lo que nos llevamos tan bien.

-¿No discuten nunca?

-Jamás hemos tenido problemas artísticos ni personales porque antes de dedicarnos al humor éramos colegas del  barrio. Es cierto que somos muy distintos. Yo soy padre de familia numerosa, hípercurrante, me muevo en un montón de ámbitos. Y Carlos (Faemino) es todo lo contrario, es más bohemio, vive por la noche. A pesar de esas diferencias vemos el humor de la misma manera y, sobre todo, somos muy amigos. En 40 años que llevamos haciendo cosas juntos no hemos tenido ninguna crisis jamás. Es que estamos tan a gusto... Parece mentira.

-¿Cuánto tiempo es capaz de estar sin Faemino?

-No más de dos semanas. Mira, para mí el mes de agosto es sagrado, siempre hago un viaje familiar y luego me voy a una casa que tengo en un pueblecito de Soria. Pues incluso durante ese mes le llamo y le invito a que se venga a tomar una chuletada conmigo en el jardín. De verdad que la nuestra es una relación muy intensa. Y aunque, como yo soy muy tonto, me lo paso bien en casi todos los lados, con Carlos es cuando estoy más feliz.

-¿Quién le hace reír aparte de Faemino?

-Yo entiendo la risa como un punto de vista. Entonces, casi cualquier situación me puede hacer gracia. Soy muy superficial, lo reconozco. Pero si lo que me pides son nombres, me río mucho con Ignatius, con David Broncano, con Quequé, con todos los de Muchachada Nui, con los Jiménez, Rovira... Es que hay un nivelaco impresionante.

-¿Se considera mitómano?

-Sí, en los dos sentidos. Lo soy en el sentido psicológico, de quien se cree sus propias mentiras. Y además sí que tengo a algunas personas mitificadas. Faemino para mí es una locura, lo tengo absolutamente mitificado. Y luego, a los hermanos Cohen y a Van Morrison.

-¿Y a quién no soporta?

-A los políticos. Pero a todos. A quien tiene poder lo detesto. Porque siempre lo alcanza de una manera torticera. Siempre. Desde un decano de facultad a un director de hospital. No conozco a nadie que tenga poder y sea trigo limpio. 

Funciones

A Coruña. Teatro Colón. Viernes 22 y Sábado 23. 20.30 horas. De 17,60 a 25,60 euros

Narón. Pazo da Cultura. Domingo 24. 19 horas. 20 euros