Rotterdam: Metallica, Felipe González y sadomaso

Jose Luis Losa

FUGAS

Ross McDonnell

Rotterdam, el festival de cine más transgresor, homenajea al hardcore con el triunfo de Radio Dreams; y a la transición española a través de la obra de Pere Portabella

14 feb 2016 . Actualizado a las 21:22 h.

Como primer jalón en la ruta del circuito de festivales internacionales de cine, Rotterdam siempre recibe con una peculiaridad extracinematográfica que parece trivial pero que acaba por ser una impregnación de la esencia profunda de lo que allí se trata. En Rotterdam, esta huella genética pasa por la costumbre de consumir cerveza durante las proyecciones. Y el chispeo de los tapones de birra es un ruido que acompaña a las sesiones y acaba por hacerse familiar. Uno podría pensar que resulta molesto presenciar películas muchas veces frágiles, minoritarias, introspectivas, en medio de esa moderada efusión etílica. Si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él. Tal vez el primer día te parezca bizarro tener en la butaca de al lado a un compulsivo bebedor y a sus efluvios. Pero terminarás siendo uno de ellos.

No es una mera anécdota. El público de este festival vive el cine como una celebración. Con un singular burbujeo que transmite la interactividad festiva de los tweets que envían en vivo y que se proyectan de manera simultánea en las pantallas antes del comienzo de cada película. De la misma forma que un vídeo marcador te va anunciando en cada sala el número de cervezas, de gin tonics o de vodkas que se han consumido cada jornada del festival. Mucho entusiasmo tuitero, alcohol, capuccinos y la consiguiente atmósfera keep cool, en los antípodas del estrés y el vitriolo de  Cannes.

En esta 45ª edición debutaba como director Bero Beyer, quien ha inyectado dosis de renovación acertadas, como la de reducir las películas en competición por los premios Tigres de 14 a solo 8. Con el mismo buen criterio, Beyer no ha impuesto la Ley Seca y la gente sigue privando en medio de una sesión de sado-maso coreano. La película de Corea que les citaba, Communication & Lies, fue una de las cimas escabrosas de una programación que siempre reserva platos fuertes en el cine extremo. No logra eclipsar, empero, la grima que trata de provocar la mexicana, Tenemos la carne. En ella caben incestos, canibalismo, escatología diversa, automutilaciones, todo con tal de épater le bourgeois. Pero el burgués ya está curado en salud, después de un siglo aguantando ser epatado. Cuando la provocación le parece una farsa, se levanta y se va con su cerveza a otra  parte.

Porque, y ahora sí les voy a hablar del cine eminente visto en Rotterdam, la verdadera película provocadora y bella, desbocada y tierna, ferozmente poética, la resplandeciente mirada a los abismos y dientes de sierra de la pasión, la trajo Philippe Grandieux con Malgré la nuit. Grandieux es, hace años, un chamán del cine aterrador y experimental. Seguro que esta película, que se saja las venas por amor en un sentido tan impúdico como hipnótico, y que suena a  herida autenticidad, le abre puertas más allá de las exquisitas minorías a las que ya tenía abducidas.

Junto a Malgré la nuit, la otra obra que anunció en Rotterdam que tendrá largo recorrido es una comedia sutil pero hilarante: la adaptación que del texto de Jane Austen Lady Susan ha bordado With Stillman en Love and Friendship. Stillman convierte el universo Austen en un vodevil de humor caústico al que sirven acordes Kate Beckinsale, Chloe Sevigny y Stephen Fry.

Y lo que hay de representación escénica en la película de Stillman deviene feliz homenaje a los cómicos de la legua en el enaltecimiento a la profesión y fe de los teatros ambulantes de la magnífica Les Ogres, segunda película de Léa Fehner, uno de los nuevos mirlos blancos del cine francés. Pero el descubrimiento mayúsculo de este Rotterdam 2015 es otra realizadora, la norteamericana Anna Biller, cineasta de poderosísima personalidad como constructora de un neo-feminismo que surge de fuente insólita: la invocación del Hollywood retro del tecnicolor y géneros como el melodrama o el terror clásicos para deconstruirlos. De Biller se proyectó como primicia mundial The Love Witches, un gozoso remix del giallo de Dario Argento y de los códigos del porno softcore. 

Antes les hablaba de la sección competitiva del festival. Y de la decisión de su director, Bero Beyer, de recortar el número de películas para reflotar un nivel que había llevado la lucha por los Premios Tigres a la irrelevancia. Pues aún reducidas a 8, las películas en concurso han distado de ese repunte. De ellas, resultan de todo punto prescindibles la holandesa History?s Future y el film tailandés Motel Mist. Previsibles, diseñadas con esa antipática horma de «películas para festival» se perciben la brasileña A cidade donde envelheço y la colombiana Oscuro animal. Algo más de interés poseen la belga The Land of the Enlightened, la paraguaya La última tierra y la estadounidense A woman, a Part. Y la película premiada por un jurado presidido por Miguel Gomes, empedernido fumador con el que te topabas a cada paso por la puerta del hotel Manhattan, como aquel vecino de la Pennsylvania Polka que abrumaba a Bill Murray en Atrapado en el tiempo, es la bien discutible Radio Dreams, producción norteamericana del iraní Babak Jalali en la que tiene aparición estelar el grupo Metallica.

Y como verdadera actuación heavy metal, la del sabio de la Transición y notable cineasta Pere Portabella, autor de aquel Informe General de 1976, imprescindible mosaico para entender ese momento, en el que participaban los entonces clandestinos Felipe González, Carrillo, Tierno Galván e tutti quianti. Presentaba Portabella en Rotterdam su Informe General II, que deviene panfleto de desoladora frivolidad en favor del núcleo duro de Podemos. Y tuvo a bien comparar allí el búnker franquista, al que excluía de su Informe del 76, con los partidos democráticos actuales, ausentes de este nuevo filme. Porque toda la verdad revelada, nos dice, está en Iglesias y sus mariachis. Se estrenó el spot triste en España la pasada semana. Verán entonces que no les hablo burundanga.