San Andrés de Teixido, donde nace el viento

Juan Carlos Martínez EN EL COCHE DE SAN FERNANDO

FUGAS

27 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

A San Andrés de Teixido hay que ir como sea. Ya no es una larga peregrinación a pie desde los confines de Galicia, sino un rato de coche. Viniendo de Cedeira, el vehículo debemos dejarlo, como mínimo, en la explanada del mirador de Chao do Monte para gozar de las primeras vistas. La aldea aparece asentada en un acogedor balcón, como un nido de águilas, entre las laderas vertiginosas de A Capelada. El paisaje llena las retinas y carga la memoria, pero si nos acompañara algún geólogo nos enseñaría, además, las huellas de la formación del continente único que se llamó Pangea y, millones de años después, del nacimiento del Atlántico.

Por la Costa Pequena se llega en un momento al santuario y se respira la magia del lugar, sagrado desde antes de los romanos. Hubo obispos renacentistas que se quejaron de la preferencia del pueblo gallego por esta Meca antes que por la de Compostela, más cosmopolita. Las inercias no se rompen así como así. En Teixido aún se bebe de los tres caños de la Fonte do Santo y se tira una miga de pan al agua para que muestre, según flote o no, si los deseos del ofrecido se van a cumplir, reliquia ancestral del culto a las aguas. Ya no se oye de ritos de fertilidad, pero tenían fama: «A San Andrés van dous e volven tres». El aire suele soplar tan confianzudo como si fuera natural del lugar. El mal viento que estropeaba las cosechas sí nacía allí, en un peñón del monte que da sombra a la aldea. Los vecinos lo domaron, coronando la piedra con una cruz de hierro. 

Este lunes es san Andrés. Habrá romería desde el sábado. El viento, dicen los pronósticos, estará tranquilo.