«Vivimos aferrados a nuestros prejuicios»

Óscar Bellot

FUGAS

Apuesta personal de Mortensen, basada en un relato de Albert Camus sobre la relación entre un profesor de origen español y un fugitivo en una aldea de la Argelia anterior a la independencia, «Lejos de los hombres» explora la defensa del individuo, frente a fronteras o ideologías

02 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Traspasar fronteras y destrozar prejuicios a través de un humanismo en el que la empatía y la receptividad a las opiniones ajenas constituían principios irrenunciables. Ese fue el propósito fundamental de la obra de Albert Camus, escritor cuyo pensamiento, desdeñoso de los blancos y negros por otros tan queridos, le valió la enemistad de algunos de sus contemporáneos como Jean-Paul Sartre o Simone de Beauvoir. Un mensaje que hoy, más de cinco décadas después de su muerte, sigue tan vigente como entonces. Ese es el mantra sobre el que pivota también Lejos de los hombres, una película que llega este viernes a la cartelera española y está basada en un relato del autor que fue galardonado con el Nobel de Literatura.

Dirigida por David Oelhoffen, la cinta tiene al frente de su reparto a un buen conocedor de las ideas de Camus, Viggo Mortensen, quien se sintió subyugado desde el principio por la relación que se establece en ella entre Daru, un hombre que trata de huir de las complicaciones de la vida refugiándose en su labor como profesor en una aldea, y Mohammed, el joven argelino acusado de asesinato al que ha de custodiar.

Daru «es una persona que ha tenido experiencia con los conflictos y ha tomado la decisión de alejarse de ese lado oscuro e irse a un lugar donde puede hacer el bien, estar tranquilo, desaparecer», apunta Mortensen. Pero no lo consigue. En su contra juega la incomprensión de quienes no desean ni oír los argumentos del contrario. No está solo en su odisea. Mohammed ha de hacer frente a los mismos enemigos. Dos seres de procedencias muy diversas, uno hijo de colonos españoles que habla francés y un poco de darija -dialecto árabe magrebí- y el otro un joven musulmán, que han de luchar contra sus propias ideas preconcebidas pero que, a medida que transcurre la acción, comienzan a apreciar el valor que tiene escuchar al otro. Surge así una «amistad inesperada», de difícil florecimiento y únicamente posible «debido a ciertas circunstancias», entre «dos personas muy diversas» pero en el fondo «no tan distintas en cuanto a sus motivaciones», resume el actor.

Es precisamente ese milagro el que reviste al filme, una suerte de western ambientado en la Argelia inmediatamente anterior a la independencia, de un tono reivindicativo frente a la intolerancia que permea algunos de los desencuentros del siglo XXI. Vivimos en tiempos en los que «tenemos la posibilidad casi infinita de comunicarnos, de enterarnos de casi todo y, pese a ello, la gente parece aferrarse a sus prejuicios», señala un actor que profundiza con Lejos de los hombres en su querencia hacia el cine independiente, alejado de superproducciones como la trilogía de El Señor de los Anillos que lo convirtieron en una estrella internacional.

«Busco lo opuesto a lo que dice el guion»

También hacia los perfiles complejos, como el de Daru. «En cualquier personaje, siempre busco lo opuesto a lo que dice el guion», explica Mortensen. «Un tipo malo también es un ser humano, ha sido un niño antes», apunta el intérprete. «Incluso la monja más solitaria tiene pensamientos oscuros», añade. «El reto de mi trabajo es buscar todas las capas posibles», subraya. «Daru y Mohammed son personas complicadas que no hablan de sus dudas y sus miedos, no dicen lo que sienten», prosigue este neoyorquino, hijo de padre danés y madre estadounidense que pasó su infancia entre Venezuela y Argentina y que destila un impecable español, fruto también de las horas de estudio para enhebrar los diversos acentos que le han tocado en suerte a lo largo de su carrera y que confiesa que lo más difícil para el presente trabajo fue precisamente articular los dejes de su personaje.

Más sencillo resultó comprender su carácter. No en vano, comparten varios rasgos. Entre ellos, la felicidad que les reporta alejarse del ruido que les circunda. «Me encanta estar solo, en el campo, en el bosque. Me siento mejor si tengo eso», revela Mortensen, cuyo próximo filme, Captain Fantastic, lo sumerge precisamente en la piel de un recién retornado a la civilización que tiene múltiples problemas para adaptarse a las presuntas comodidades de la vida moderna. Como esos móviles que otros consultan de modo compulsivo ante la atónita mirada de este artista que presume de ser «lo opuesto» y al que el inminente estreno de Lejos de los hombres le sirve para reivindicar la vigencia del pensamiento de Camus, presto siempre a «buscar en zonas grises, juntar ideas opuestas y respetar al individuo, más allá de las fronteras y las ideologías».