Penélope fue a la guerra

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa EL RINCÓN DEL SIBARITA

FUGAS

25 sep 2015 . Actualizado a las 12:57 h.

Neverhome (Ella era más fuerte) es un libro duro, hermoso, que se lee como si ya tuviésemos ante los ojos la película que lleva dentro y que, según se anuncia, ya está en marcha. Lo que hace en este formidable texto Laird Hunt es volver al tuétano mismo del relato, a narrar, a poner sobre la página una fábula en la que se cuenta un tiempo, un país, a partir de lo que le sucede a Constance, una de las 400 mujeres que durante la Guerra de Secesión de Estados Unidos se disfrazaron de hombres para poder alistarse en las tropas del Norte y luchar en defensa de la República y contra la esclavitud.  

Así que Hunt hace que Constance se convierta en un soldado llamado Ash y abandone en su granja de Indiana a su marido -porque ella era más fuerte-,  lo que un personaje resumirá, muchas páginas después, con una frase descomunal:

-Penélope se fue a la guerra y Ulises se quedó en casa.

En otro pasaje de la novela, Constance desvela que su madre tenía por costumbre «empezar un cuento y acabarlo con otro»: «Hansel y Gretel terminaba con El enano saltarín y La reina de las nieves con Mamá Gallina». Y, en medio del abismo absoluto de la guerra, cuando regresa a Indiana y deja atrás los estados rebeldes, hay un momento en que Constance piensa que ha salido de un cuento para entrar en otro: «En ese otro en el que ahora estaba, el ángel de la muerte no había desplegado sus alas ni tapado las estrellas ni mandado metales y hombres a chirriar juntos en esa horrenda noche que nunca acabaría», sino que «el tictac de los relojes resonaba en las repisas de las chimeneas y las agujas marcaban algo cercano a la hora correcta». 

Porque este no es uno de esos libros que lee al volver de la guerra, donde la batalla de Petersburg dura cinco minutos y «las mujeres son santas y ángeles» y ninguna empuña un arma. Aquí huele a sangre y, enhebrando un cuento con otro, como hacía su madre, Constance, o Ash, o Laird Hunt, o tal vez los tres juntos, nos dejan sin aliento. Es la «belleza sublime y horrenda» de la que habla Quitman Moore en la cita inicial.