Bella de día

César Antonio Molina

FUGAS

INTERNET

El erotismo adquiere más importancia cuando sobrepasa lo prohibido

31 jul 2015 . Actualizado a las 05:25 h.

El matrimonio, a menudo, parece contraponerse al erotismo. Las cláusulas del contrato no especifican la prodigalidad de las relaciones sexuales mutuas. Habiendo amor en el matrimonio puede no haber una suficiente relación íntima que lo estabilice. Esa convivencia siempre difícil entre dos cuerpos que se entregan libremente y habitualmente eso es, precisamente, lo que separa al ser humano del animal. El matrimonio está lleno de reglas, y a veces parece que está inevitablemente enfrentado con el erotismo. El carácter de asociación económica cuyo principal fin es la reproducción sigue siendo, aún en el siglo XXI, el aspecto dominante de la unión. 

Séverine (Catherine Deneuve) está bien casada, tiene un matrimonio burgués perfecto, pero no está a gusto. Por eso se inventa una doble vida. A la moralmente convencional, añade otra fuera de las normas. Séverine busca su satisfacción erótica en una casa de citas (de buen tono) donde experimenta todo tipo de juegos eróticos, con los cuales siempre muestra su conformidad y nunca su rechazo. Esta manera de ser está más cerca de la satisfacción de las necesidades animales que de la negativa del ser humano, una vez educado y reprimido, a dar libre curso a la satisfacción de sus impulsos.

El erotismo adquiere más importancia cuando se sobrepasan los valores prohibidos. Séverine por matrimonio, por estatus social, por su educación, debería estar sujeta a unas normas que se salta, porque precisamente en esa violación, ya de por sí encuentra placer. Ella no está de acuerdo con los dos ejes sobre los cuales gira el matrimonio: el respeto por el otro y el acuerdo en la actividad sexual. El respeto (a través de la ocultación, del engaño, de la infidelidad, de la deslealtad) lo mantiene; mientras que la actividad sexual no la satisface y la busca más allá, a veces incluso con cierta complicidad del marido, que desea no enterarse mientras la paz conyugal no se desmorone. La faceta transgresora de su matrimonio se ha difuminado y ha salido para buscarla. Séverine huye del modelo de mujer basado en la pureza de madre o hermana.

Ella no desarrolla su aventura en la noche, en la oscuridad; sino durante el día, bajo la luz. Es feliz en esos instantes. Su cuerpo florece, su rostro brilla con los juegos sexuales que va descubriendo; mientras que ya, a la tarde noche, sucumbe al otoño, se marchita. Históricamente a la carnalidad la apartaron de la luz y la confinaron en las tinieblas, pues el espacio de lo inmundo es la oscuridad.

Un mismo horror arroja a una misma noche la función sexual y la función excrementicia. Este entremezclamiento de los órganos conlleva el ocultamiento. El cine es buen ejemplo de la eliminación de esas funciones vitales y naturales del ser humano que, cuando aparecen, son adjetivadas como de transgresoras. 

Juegos prohibidos

Los juegos de Séverine se llevan a cabo en el ámbito del piso de las citas sexuales, pero también fuera de él. Alguien le propone a la bella muchacha ir a un palacio, a las afueras de París, para consolar a un viudo. El adinerado personaje, inundado de fetichismo necrofílico, la hace pasar por una bella difunta desnuda. Las prohibiciones relativas a la muerte son de dos clases: el asesinato y el contacto con los cadáveres, de la misma manera que también lo son las excreciones, el incesto, la sangre menstrual y la obscenidad. Pero la angustia por la aniquilación y la muerte, muchas veces se une con el erotismo. Séverine se pierde entre los gozosos extravíos que le proporciona el erotismo libre de cargas, complicaciones y sentimientos. Ella se ofrece, disfruta, hace disfrutar, le pagan y no tiene la más mínima relación con aquellos cuerpos que son tan objetos materiales como ella misma. A lo largo de la historia, las mujeres han sido consideradas como cosas. Séverine se levanta contra ello. No siempre disponemos de los medios requeridos por el deseo, pues nuestras fuerzas se agotan y este se desvanece cuando un peligro manifiesto nos acecha. A Séverine le acecha el amor de un joven cliente un tanto loco pero extremadamente galante. 

Un malhechor que no deja de dilapidar su buena suerte y exponerse al peligro por ella. Al principio, Séverine le agrada hasta que pretende sacarla de la rutina familiar y sexual para emprender una nueva vida que ella no está dispuesta a entregar por nadie. La bella muchacha solo está dispuesta a sacrificarse por ella misma. Además, cómo se podría vivir con alguien que lleva dentro de sí el mal de los celos. El nuevo enamorado quiere que Séverine repita el camino que ya ha recorrido. La bella muchacha está entregada a su doble papel. Pecaminosa en las mañanas y virtuosa el resto del día. Séverine como prostituta tiene su poder, pero también sabe ?mejor que cualquier otra? que su poder es temporal. La prostituta es símbolo de la muerte anunciada que se presenta bajo el signo de la vida en plenitud. ¿El amor disminuye el erotismo? ¿La inhibición del amor favorece la intensidad del placer erótico?. A Séverine el amor le disminuía el erotismo, la inhibición del amor se lo producía. Pero es consciente de que su libertinaje, como burguesa que es, ha llegado a su fin. Las nuevas circunstancias físicas de su marido y los acontecimientos violentos sucedidos conducen a su aventura al límite. 

Tratará, a partir de ese momento, de regresar a un estado de pureza, de castidad, que el tiempo le impone, que ella misma se impone antes de que el otoño le llegue. Ha entendido la imposibilidad de ir hasta el fondo de aquello que nos seduce, si tenemos en cuenta las desgracias que podrían resultar para el otro (varios muertos, su marido físicamente destruido) a partir del acuerdo incondicional con nuestros deseos. Séverine busca un erotismo blanco y blando, fuera de la ley pero no contra la ley. Así cuando lo percibe se aleja, se enajena, regresa a la norma para convertirse no solo en su fiel cumplidora, sino en su ejecutora. Los personajes revolucionarios de Buñuel siempre acaban siendo los más antirrevolucionarios.