Camba y las sardinas

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa EL RINCÓN DEL SIBARITA

FUGAS

19 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En El solitario del Palace, el ya famoso obituario con el que César González Ruano despidió el 2 de marzo de 1962 a Julio Camba, planteaba el necrólogo la tesis de que la gastronomía era en realidad el único amor genuino del columnista arousano: «Es que todo -salvo las excelencias de la cocina- le tenía humilde, irremisible e insobornablemente sin cuidado».

Recordaba Ruano una ocasión en que se atrevió a interrogar a Camba sobre la cuestión:

-Bueno, pero aparte de sentarse a una buena mesa, ¿qué demonios le interesa a usted?

«Julio se quedaba pensando, como buscando con la mejor intención en los desvanes de su memoria, y no contestaba», anotaba González Ruano, a quien fascinaba la capacidad de Camba para renegar de la literatura y el periodismo. Tenía un don, era un superdotado del articulismo, pero ese mismo talento lo consideraba más que nada un estorbo que le impedía dedicarse a remolonear, que era su auténtica vocación.

El sello Reino de Cordelia resucita uno de los tesoros de su catálogo, la edición de La casa de Lúculo de Camba con ilustraciones de Miguel Ángel Martín. En este libro teóricamente sobre gastronomía, y que tal vez tenga más de ensayo que de periodismo literario, el autor de Vilanova escudriña el arte de comer -ojo, de comer, no de cocinar- con su prosa feliz y luminosa.

Nos habla de los vinos, de los prejuicios, del denostado ajo, que cauteriza el paladar de los españoles, de la cocina antropofágica y de las calumnias que los franceses arrojan contra la gastronomía alemana. Y cuando aborda el capítulo de los pescados, hallamos al Camba que después de dar la vuelta al mundo siempre vuelve a Arousa y, que puestos a elegir, se queda con la humilde sardina del xeito que le prepara cada verano Pepe Roig, el boticario de Vilanova. No es la sardina, apunta, un manjar que se degusta en buena compañía, sino canalla, por lo que recomienda elegir bien los cómplices:

-No es para tomar en el hogar con la madre virtuosa de nuestros hijos, sino fuera, con la amiga golfa y escandalosa.