Un Rotterdam salvajemente latino

José Luis Losa

FUGAS

El festival holandés, escaparate del cine independiente, concluye esta noche acaparado por excelentes películas de México, Argentina y Perú, abiertamente provocadoras en su explicitud sexual

05 feb 2015 . Actualizado a las 14:42 h.

Rotterdam, la cuna del cine independiente -no se crean lo de Sundance, hoy totalmente amortizado en su rebeldía- siempre se ha caracterizado por sus querencias hacia la producción oriental y las cinematografías latinoamericanas. Pero el vendaval latino de esta 44.ª edición, iniciada el pasado miércoles 21 y que concluye esta noche, ha sido de los que no se recuerdan. No solo es que la calidad rupturista acompañe a películas como la peruana Videofilias, la mexicana Me quedo contigo y la argentina La mujer de los perros. Es que la abierta provocación de sus argumentos, sobre todo de las dos primeras, en lo que se refiere a sus acercamientos con coraje y certero material corrosivo a un sexo nada convencional, ha terminado de conseguir que Rotterdam se haya rendido a la subversión latina. Ni siquiera el esfuerzo del equipo del festival para conseguir salvar del poderoso polo de atracción de la inmediata Berlinale tres primicias de relieve como la británica War Book, de Tom Hooper, y las norteamericanas A Most Violent Year, de J.C. Chandor e Inherent Vice, la esperadísima adaptación de Thomas Pynchon que ha filmado Paul Thomas Anderson con Joaquin Phoenix, han resistido el empuje y la desinhibición de este cine latinoamericano que llegó a Rotterdam sin nada que perder y sale con la agenda  repleta de festivales y de países interesados en sus fichajes.
Las tres películas citadas son todas ellas operas primas como cine dramático, lo que acrecienta aún más el margen de rebelión de los jóvenes bárbaros, a la sazón el peruano Juan Daniel Molero, el mexicano Artemio Narro y la argentina Verónica Llinás. Molero, autor de Vídeofilias (y otros síndromes virales), ya dio señales de vida sabia en este mismo festival en 2010. Su documental de creación Reminiscencias era un punzante análisis de la manipulación de la imagen como una más de las taimadas armas que utilizó Alberto Fujimori para imponer un régimen totalitario en Perú. El virtuosismo en la pluralidad de formatos visuales se repite en Videofilias, en la que Molero se adentra en la adicción de los adolescentes  a las redes sociales y, en un entorno limeño de marginalidad, en cómo la protagonista, la incipiente gran actriz Muki Sabogal, coquetea con la pornografía en internet hasta asomarse al abismo de las snuff-movies. Todo ello contado con juegos de pantallas fragmentadas y de imágenes rápidamente procesadas. Y en uno de estos microsegundos ?detalle para la cultura trash ibérica?, una aparición del humorista Chiquito de la Calzada, obviamente capturada de la red, en plena representación estrambótica.
En Me quedo contigo, Artemio Narro presenta lo que tiene trazas de ser comedia teen-ager, con joven española que viaja a México y, mientras espera la llegada de su novio ?un solo entrevisto Diego Luna?, alarga sus días y noches de despedida de soltera con unas amigas de mucho power económico. Sí, parece que asistiremos a algo así como Tres bodas de más. Pero, tomando al personal con el pie cambiado, Narro pega un volantazo y deriva su película hacia una situación de violencia, primero tragicómica (las mujeres seducen y secuestran a un charro en un garito de mala muerte) y finalmente extrema, muy en la línea de la preponderancia de la productora Mantarraya, la de los filmes de Carlos Reygadas o de Heli y su ya legendaria secuencia del pene carbonizado.

La presencia española
Frente a esa saludable insolencia del cine de Perú, de México y de Argentina (La mujer de los perros es una notable carta de presentación de Verónica Llinás, apellido cinematográfico ilustre), muy poco ha habido de representación española en esta 44.ª edición del festival holandés. La más destacada, con la firma siempre inquieta y arriesgada de Daniel Villamediana, quien ya tuvo recorrido en Locarno con su primera película, El brau blau. Su nueva propuesta, Cábala caníbal, es un sutil y nada complaciente ejercicio de cine libérrimo, una deriva en apariencia errática pero finalmente conducida con lucidez a apabullante hacia una reflexión sobre la (des)memoria, la tierra bajo la cual pervive la amnesia española y la dinámica inquisitorial de nuestra historia reciente y lejana. Con la presencia del imprescindible Luis Miñarro en el proyecto, Cábala caníbal no es el cine que Enrique Cerezo cree que conviene. Es arte noble y fascinante desafío intelectual por parte de Daniel Villamediana.
El otro cincuenta por ciento de la presencia española en Rotterdam se llama Crumbs. Qué decirles, si tiene el bagaje aventurero de un joven cineasta español, Miguel Llansó, que se va a rodar a Etiopía un guion propio sobre un futuro post apocalíptico. Quisiera que ese protagonista, un enano  etíope y con deformidades anatómicas, no me pareciese una caricatura de David Lynch.  Y me gustaría que los delirios entre Andy Warhol y el 2001 de Kubrick no derivaran hacia la creo que involuntaria comicidad.

La cuota asiática
Diez días calvinistas viendo cine en Rotterdam dan para bastante más. Constatar una leve recuperación del vapuleado Takashi Miike en As the Gods Wills. Comprobar que Jessica Chastain es el rayo que no cesa (A Most Violent Year). Apreciar el puñetero ojo clínico de este festival para avizorar retrospectivas nada obvias. Este año, la del coreano Jang Jin, con una obra maestra absoluta, remix de cine neo noir y transgender, Man on Highs Heels. Es éste cine de un peso barroco por el que hubiesen matado Pedro Almodóvar o el mismo Fassbinder. Y, aunque el resto de la filmografía de Jin no alcanza, sería imposible, este pináculo, hay en ella al menos tres o cuatro obras notabilísimas y muy reveladoras de la realidad de las sensaciones de las dos Coreas, muy distante del discurso de petrificada guerra fría. Y más descubrimientos asiáticos: el japonés Ando Hiroshi, con una lectura de la pasión y el masoquismo que lee muy bien a Mishima en Undulant Fever. También tuve tiempo para intentar encontrar sublime al filipino Lav Diaz en su nueva película de cinco horas From What Is Before. Abandoné en el tiempo reglamentario de 90 minutos y un descuentillo.