Ismael Serrano: «Todo ese rechazo a lo político tiene que ver con una postura de posmodernismo mal entendido»

FUGAS

Fue una de las caras más famosas de la generación de cantautores de los 90. Ahora llega tirando del hilo de aquella tradición y adaptándose al momento. Ritmos latinos, inyecciones de vitalidad y una mirada social abonada al optimismo

30 ene 2015 . Actualizado a las 18:26 h.

Surge Ismael Serrano con alegría y aires renovados. La llamada, su último disco, insta a la lucha pero con una sonrisa en los labios, y encaja perfectamente en el clima creado por el 15-M. Todo ello lo logra a base de versos como «Que el miedo cambie de bando / que el precarizado se haga visible», rítmica latina y ganas de contagiar.
-¿Había ganas de cambio?
-Quería componer de un modo diferente. He partido del ritmo para establecer los cimientos de la canción.  Acudí a la tradición que yo siento más cercana y que me parece que tiene más potencia desde el punto de vista rítmico, que es Latinoamérica. También está ese carácter de celebración, espontáneo y popular que tiene el folclore, que es un género vivo en Latinoamérica. En España el folclorista es un arqueólogo. Allí, no. Está presente en el día a día, en la vida, en lo cotidiano.
-¿Dio en su día la cultura pop española carpetazo a la tradición, dejándose embaucar por lo anglosajón?
-En cierto modo, hemos renunciado a ciertas señas de identidad en algún momento. Pero eso ocurre en muchos otros ámbitos de la cultura. La música anglosajona impuso su dominio en las radiofórmulas. En Latinoamérica se ha resistido y sigue esa presencia de lo tradicional. Allí no se ha homogeneizado todo de este modo tan rotundo. A lo mejor es que no ha permeado y han resistido porque no han sido objeto de mercado.  No han sido tenidos tanto en cuenta como consumidores, para imponer una visión hegemónica de la cultura, igual que ha ocurrido con los discursos políticos y otras cosas. 
-En España semeja que hay ahora un cierto esfuerzo en el pop por volver a las raíces. ¿Cómo lo ve usted?
-Creo que hay un cambio de posición en muchos aspectos, que también llegan a lo musical. Se trata de dejar de lado ciertos prejuicios elitistas que pretendían excluir otras opciones musicales. Por ejemplo, si tú admiras a Luis Eduardo Aute eres un tío anacrónico y, sin embargo, si te gusta Bob Dylan, Joni Mitchell o Leonard Cohen te conviertes en alguien cool y que mola. Pasa lo mismo con un cierto esteticismo que hasta ahora no solamente renunciaba a ser explícitamente político en la música, sino que despreciaba y excluía a quienes sí lo hacían y esos modos de expresión que conllevaban una postura política. Esa división se está quebrando. 
-¿Ha dejado de ser vergonzante hacer letras políticas?
-A mi modo de ver, el escapismo permanente como único discurso sustenta el sistema y el modelo económico que nos ha traído a esta crisis terrible. Nos hemos dado cuenta cuando nos encontramos acorralados. ¿Dónde estábamos durante estos años? ¿Los músicos hemos estado a la altura? ¿Cómo no nos dimos cuenta de todo esto? Aún así, no sé si estamos a la altura de las circunstancias. Yo no digo que todas las canciones tengan que estar comprometidas políticamente. De hecho, la mayor parte de mis canciones no lo son. La mayoría de mis canciones son de amor, pero yo le canto a lo que me emociona. A veces me emociona una situación política y surge una canción con esa emoción y mi postura ideológica. Todo ese rechazo a lo político tiene que ver mucho con esa postura de posmodernismo mal entendido. Son rupturas que, lejos de plantear nuevos modelos, favorecen el actual. Por eso yo quería darle a este disco un carácter de celebración y de lugar de encuentro, más allá de los prejuicios. El folclore tiene eso. Por ejemplo, desde el baile. He tratado de hacer una bachata a mi manera.
-Generalmente cuando se habla de música política se tiene a pensar con algo serio o solemne. ¿Lo ha pretendido evitar ahora?
-A veces creo que hay que ser solemne. De hecho, este disco tiene en algún momento esa solemnidad. Pero sí que es cierto que, en general, he intentado alejarme de ello, porque te aleja del prójimo. Quería darle un carácter de celebración en el sentido de establecer los vínculos necesarios. La pérdida de solemnidad te lleva a eso: levantar la mirada y reivindicar el derecho a la alegría, que no nos arrebaten eso. Yo creo que he pecado de eso en el pasado, de ese gesto circunspecto. 
-Edita una multinacional y suena en radiofórmulas. ¿No le han reprochado nunca esto desde la izquierda?
-En la izquierda hay una tradición en la que, para reafirmar las convicciones, hay quien pone en duda el compromiso ajeno. Esa vocación de vigilante, de ser una especie de compromisario político viene a ser típico de gente que tiene dudas y quiere reafirmarse. Hay que asumir con naturalidad las relaciones y hay que evitar juzgar a la gente con un rigor que no empleamos con nosotros mismos. Señalar está muy feo. 
-Se nota en el tono del disco y también en sus palabras  una influencia muy grande del 15-M. ¿La admite?
-Sí, aquello fue algo inesperado, con toda aquella efervescencia y su capacidad de sensibilizar a mucha gente diferente. Tenía esa vocación de sumar de la que hablábamos antes, algo que también tienen estos nuevos partidos políticos que surgen. Mucha de la gente que esta ahí viene del activismo. Gente que estaba en las huelgas generales, que se había manifestado contra la guerra o que venía del sindicalismo más radical, en el buen sentido de la palabra. Cuando llegó el 15-M me sentí parte de él al instante. 
-Los malos tiempos sociales suelen buenos para los cantautores. ¿Lo nota?
-No lo sé. Podríamos entender también que mi disco es cojonudo [risas], que no solo se debe al momento social y político. Puede que sea que mi disco no esté tan mal, ¿no?. Yo creo que es lo mejor que he hecho hasta ahora. Disculpa la vanidad [más risas].