Regreso al autobús de la tragedia

María Cobas Vázquez
maría cobas O BARCO / LA VOZ

FIRMAS

LOLITA VÁZQUEZ

En 1977 un autocar que se dirigía al colegio de A Rúa cayó por un barranco. Murieron 12 niños y el chófer. El vehículo será retirado el lunes

19 may 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

El 19 de abril de 1977 al autobús que llevaba a los niños al colegio desde Vilamartín a A Rúa de Valdeorras, en la provincia de Ourense, se le rompió la mangueta de la rueda derecha cuando tomaba una curva, lo que provocó que el chófer perdiera el control del vehículo. Tras romper los pretiles de la N-120, el autobús cayó al vacío por un desnivel de varios metros hasta chocar contra la vía del tren. Murieron 12 niños y el chófer. Muchos otros escolares quedaron heridos. Algunos arrastran secuelas hoy en día.

Es una tragedia que todos recuerdan en la comarca de Valdeorras, pero de la que pocos quieren hablar. El dolor de las familias persiste, después de perder un hijo, incluso dos, en un accidente dantesco que hizo que desde entonces las fiestas de San Jorge, en Vilamartín, que se celebran el 23 de abril, sean agridulces en muchos hogares. Siete niños eran del casco urbano y cinco de la parroquia de San Miguel de Outeiro, donde residía también el chófer. A ese dolor se une que 35 años después los restos del autobús sigan en el lugar. No exactamente donde cayó, sino un poco más abajo. «Como quedou no medio da vía, houbo que darlle a volta para botalo fóra», recuerda Manuel Basanta, un vecino de A Rúa. Ni siquiera un desbroce de la zona, hace unos años, fue aprovechado para sacar de allí el vehículo. «E ben o puideron ter feito daquela xa», añade.

La situación se mantendrá por poco tiempo. Hace días se abrió una pista hasta el lugar, en un desnivel en la orilla del río Sil, y la próxima semana un chatarrero retirará lo que queda del viejo autocar (tenía más de 20 años cuando se accidentó) de la empresa Trives. «Xa é hora de que deixe de estar aí», dice Enrique Barreiro, alcalde de Vilamartín. Él buscó la empresa que se llevará los restos del autobús. Hay dos interesadas y será para «a primeira que veña, canto antes. Se pode ser o luns, que non esperen ao martes. É un tema moi sensible, moi doloroso». También fue él quien logró la colaboración gratuita de una empresa que abrió más de 200 metros de pista para acceder desde un área recreativa cercana hasta el lugar donde están los restos, que ya han sido amontonados para facilitar su traslado. Por su parte, el alcalde de A Rúa, Avelino García Ferradal, tramitó los permisos ante ADIF, Confederación Hidrográfica Miño-Sil e Iberdrola. Pese a la burocracia de estos trámites, todo se arregló en cuestión de semanas.

Manuel Basanta recuerda que estaba jugando la partida antes de irse a trabajar cuando en el bar entró una mujer llorando y contando a gritos que un autobús que llevaba a los niños al colegio tras recogerlos en su casa después de comer había caído por un barranco. Fueron hasta el lugar. «Xa estaba aquilo cheo de coches», señala. Había muchos -cuentan varios que recuerdan el hecho-, porque había también muchos heridos a los que trasladar y los vecinos cogieron sus vehículos para llevar a los chavales a Ponferrada o a Ourense. Otros fueron trasladados en ambulancias que acudieron desde distintos puntos de la provincia e incluso de León. También se presentó una procedente de Chaves (Portugal). Los menos graves formaban cola en la calle Doctor Vila de A Rúa para recibir atención médica.

Pero no solo los valdeorreses se volcaron con los heridos. El llamamiento pidiendo sangre provocó un aluvión de donaciones, como contaba La Voz en el relato del suceso.

La gravedad de las heridas dependió en muchos casos del momento en el que el autobús se fue «librando» de ellos. Varios no llegaron a caer por el terraplén. «Ao chocar cos pretiles, rompeu a porta do bus, así que algúns xa foron despedidos alí», rememora Basanta. Eso es muchos metros más arriba de donde acabó el bus. Otros salieron despedidos en la bajada, y tres niños y el chófer chocaron contra la vía. Uno quedó atrapado por una pierna «e ata veu o pai a sacalo, tivo que cortarlle no cuxote; aínda hoxe coxea», señala Basanta. «Foi horrible, unha verdadeira traxedia», apostilla su esposa, Josefa García, impresionada al ver los restos del autobús. «Era grande, ían moitos nenos; foi moita desgraza para toda a zona», añade. Conoce a varios supervivientes, «pero ningún deles fala nunca diso; non é algo do que guste falar, foi moi duro», remata.

El autobús, de más de 20 años, se despeñó en una curva tras un fallo mecánico

Los supervivientes «non falan nunca diso, non é algo do que guste falar, foi moi duro»