La Vuelta proyecta la comarca al mundo

Ana F. Cuba CEDEIRA

PONTEDEUME

césar toimil

Vecinos y turistas jalearon a los ciclistas en todo el itinerario, de Pontedeume a Vixía Herbeira

24 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«¡Bravo, venga, ánimo, que ya os queda poco!». Vecinos y turistas jalearon a los participantes en la Vuelta a su paso por las distintas localidades de Eume, Ferrolterra y Ortegal por la que discurrió la cuarta etapa. Sin atisbo de niebla, pese al pronóstico, con un calor a ratos agobiante y la más intensa luz del Atlántico, la ronda ciclista proyectó al mundo la mejor imagen de la comarca, desde Pontedeume y Cabanas hasta Cedeira y Cariño, donde se situó la meta, muy cerca de la garita de Vixía Herbeira. El pelotón recibió ánimos en A Capela y As Pontes, rozó Mañón y atravesó Ortigueira, donde regresaron los aplausos, que no cesaron en Cerdido, Moeche y San Sadurniño.

La laguna de A Frouxeira (Valdoviño) lució espléndida en las imágenes de televisión y Cedeira se volcó para recibir a los ciclistas, con la avenida de Castelao y la plaza de Galicia atestadas de gente. Que este deporte despierta pasiones lo demuestran los kilómetros que muchos aficionados tuvieron que completar andando, por la mañana, en el último tramo hasta la línea de meta. Iñaki y Arantxa, bilbaínos, viajaron a propósito para presenciar dos etapas de la Vuelta, la de ayer y la de hoy. Otra familia guipuzcoana aprovechó las vacaciones en la zona para pedalear hasta la sierra de A Capelada (los niños, Joanes y Ekain, se lo pasaron en grande emulando a sus ídolos). Y dos amigos de Lugo peregrinaron en coche a San Andrés de Teixido para continuar a pie hasta el alto de Vixía Herbeira, sudorosos y sedientos, «pero moi satisfeitos de ter vido ata aquí». Ana y Juan, músicos de Cariño, se protegieron del sol bajo un aerogenerador. Otros llevaron sombrillas y hasta paraguas, neveras o tinas con bolsas de hielo. Muchos ascendieron en bici. En el mirador de Os Carrís se apelotonaban los coches ya a media mañana, como en O Cruceiro. El ansia por disfrutar de esta experiencia -«nesta paisaxe única e este día radiante», resumió Luisa, vecina de Ortigueira- llevó a parejas y pandillas a apostarse en cualquier curva -«es donde mejor se ve», constató Jesús, madrileño que veranea en la zona, como sus amigos-, mejor en sombra, lo más cotizado a medida que avanzaba el día y el sol pegaba sin clemencia alguna.

El público de la Vuelta se alimentó de bocatas y paisaje, inabarcable desde el bosque petrificado, con los acantilados de Vixía Herbeira al fondo. Junto a los pinares, los prados secos, tras casi dos meses sin apenas lluvia, truncaban el estereotipo. Al fondo, las laderas verdes y el pelotón multicolor. En la cima, a 600 metros, más bravos y más palmas, y alguna lágrima de emoción por haber vivido «este día grande», como la calificó Xavier, cedeirés.