La otra cara del Festival de Ortigueira

ANA F. CUBA ORTIGUEIRA / LA VOZ

ORTIGUEIRA

Personal sanitario, limpiadores o camareros viven el Mundo Celta trabajando

16 jul 2017 . Actualizado a las 18:26 h.

Para que miles de personas se lo pasen bien, a varios cientos les toca trabajar durante el Festival Internacional do Mundo Celta. «Si te gusta, y a mí me gusta, disfrutas, porque es una actividad fuera de lo normal y un evento muy grande, y ya lo estás esperando», confiesa Jaime Villar, jefe del Grupo de Emerxencias Supramunicipal (GES) de Ortigueira. Admite, no obstante, la preocupación: «Estás en tensión, con temor a que surja algún imprevisto importante, un incendio en el pinar o una pelea multitudinaria en los conciertos... Y si todo sale bien, al final te reconforta, sientes que has contribuido en algo».

De velar por la seguridad también se ocupan la Policía Local, la Guardia Civil, la Policía Autonómica y una empresa privada, que controla los accesos a la playa o el escenario. «Oigo la música, pero ver no veo nada», señala un vigilante. Al personal de limpieza le toca una de las faenas más penosas y, al tiempo, más necesarias, del festival. El Concello ha contratado a una firma naronesa para reforzar el servicio y los trabajadores municipales se organizan en tres turnos, de 7.00 a 15.00 horas, de 15.00 a 23.00 y de 23.00 a 7.00, repartidos entre el pueblo y la zona de acampada.

«Eu son das que madruga e estou na Alameda, limpando os baños. A xente é bastante educada, colaboran moito e dinnos ‘o traballo que facedes non se paga’», cuenta una limpiadora. A los conciertos ni se asoma, por agotamiento. A un compañero que limpia en Morouzos por las tardes le pasa lo mismo. «É un privilexio e un fastidio... Aquí ves un festival alternativo, e iso gústame, pero limpar os baños non é moi agradable, aínda que a xente é moi educada e comprensiva, iso cambiou moito desde hai uns anos», relata. Una vez en casa, le puede el cansancio, como a los encargados de recoger la basura.

Laura Fernández, responsable del mesón O Malecón, en el corazón del pueblo y del festival, pasa el Mundo Celta «metida en la cocina». «Estoy muy acostumbrada, llevo casi 20 años y la experiencia es un grado [...]. Nos acostamos a las siete y abrimos a las 12, pero te cansas más el lunes y el martes, cuando empieza a bajar el trabajo. Esto es muy necesario para Ortigueira», destaca.

«Una barbaridad» de ventas

A apenas un par de metros, en el bar Alameda, el ruido de la cafetera se mezcla con el de las tazas y el exprimidor. «Solo largo y con leche», grita una camarera. «Dos con leche grandes», pide una compañera. Y Santiago Villasuso, el propietario, se apresura en llenar de café el cazo y atender los pedidos. «Este año las ventas han subido una barbaridad», asegura, entre café y café.

Para María del Mar Fraga este es el primer Mundo Celta al frente de la confitería que lleva su nombre y está «encantada», con el movimiento y el trato de la clientela, aunque implique renunciar a los conciertos.

Los obradores de las panaderías operan a pleno rendimiento desde hace unos días, en Ortigueira y en los alrededores. «A las once de la noche te llama un restaurante al que sirves porque necesita cien barras más, y tienes que atenderlo, claro», señala un profesional del sector. En Dolan, al aumento de la demanda de pan se suma el de bollería y empanadas. En la Empanadería Cantón, el viernes no pararon desde las diez de la mañana hasta las cuatro de la madrugada, «porque se acabó la comida». «Cuando cierras no te quedan ganas de ir al festival, si acaso un rato a la playa a echar la siesta», reconoce un tendero, muy satisfecho, en cualquier caso, por la caja y por el comportamiento de la clientela. En la oficina de turismo también se alargan los horarios, pero con los turnos se hace más llevadero y permite «al menos salir a dar una vuelta por la noche».

Toda la noche de guardia

Al personal de urgencias del centro de salud del festival les llegan «esguinces, cortes con botellas, excesos de alcohol y otras sustancias», pero, por suerte hasta ahora, nada de gravedad. Pero hay médicos que se apuntan voluntarios para cubrir las veladas del festival. Durante la noche, en la farmacia de guardia también aumentan las llamadas, «una veintena». Conductores de bus, maquinistas de tren o taxistas también contribuyen, cada uno en su papel, al éxito del Mundo Celta.