«El portero necesita un punto de locura»

NARÓN

«Me llevo las amistades», explica al retirarse con la espina de no jugar en División de Honor

17 abr 2016 . Actualizado a las 22:01 h.

A Óscar Barco Ríos (Caranza, 1975) le empezaron a llamar «Canoli pequeño» por su padre. Así que, cuando empezó a jugar al fútbol sala, tuvo claro qué nombre le iba a poner a su camiseta: Canoli. El sábado pasado, después de más de tres décadas jugando de forma profesional o semiprofesional, se despidió del fútbol sala. «Coinciden varios motivos. Tuve una lesión en el codo hace año y medio y la llevo arrastrando desde entonces con muchos problemas. Ya a inicios de liga me hicieron una resonancia que indicaba que era muy difícil que siguiera jugando. Tiré como pude esta temporada, con la ayuda del masajista de O Parrulo. Pero ya tengo 40 años, el cuerpo no recupera ya como antes y necesito tiempo para pasarlo con la familia».

-No hay muchos jugadores en Segunda A de más de 40 años.

-No. Es una categoría que creo que creció mucho. Aunque hay veteranos como Javi Matía en el Cartagena o Joan, el excampeón de Europa y del Mundo, en el Valdepeñas.

-Su excompañero Manolo Pardo se retiró pronto y luego cada mes de octubre se lo volvía a pensar y regresaba. ¿Su adiós es definitivo?

-Sí, sí. Coincidí con él en el Boandanza cuando se iba a retirar y luego volvió. Cada uno tiene sus motivos. Lo mío es diferente. Lo medité ya durante todo el año.

-¿Se ve en el futuro como entrenador o en alguna labor similar o se desvincula del fútbol sala por un tiempo?

-Este año ya estoy haciendo cosas con los porteros de la escuela y, si O Parrulo quiere, yo estoy encantado en continuar. Me gustaría seguir vinculado al fútbol sala.

-Empezó en el fútbol campo.

-Con ocho años ya estaba en el Zaranca Sport, un club de Caranza. Luego pasé por el Galicia, el Racing, volví al Galicia... Con 15 años ya jugaba maratones de fútbol sala. Y en 1999 Luis Pereira necesitaba un portero para el Boandanza, un amigo le habló de mí, y me llamó. Estaba en Primera A. Nunca había jugado en una categoría de ese nivel, aunque tuviera experiencia en equipos como el Porrón o el Riomiño. Aquello ya era diferente.

-Desde entonces, vivió muchos cambios de club.

-Estuve en el Boandanza hasta el 2005. Luego pasé un año en Coruña. De la mano de Bruno García me fui a Pontevedra, donde había otros dos ferrolanos, Pablo Iglesias y Víctor Prado, y ascendimos a División de Honor. Aunque por circunstancias que no vienen al caso, solo estuve una temporada. Así que Tomás Llao, que me conocía, me llamó para volver, ahora al Cidade de Narón, donde estuve otros tres años.A continuación pasé una temporada en O Parrulo, estuve medio año parado y terminé esa liga en O Carballiño. Los tres últimos años ya los pasé en Plata (Segunda A) en O Parrulo.

-Durante tantos años, ¿quién le marcó?

-En realidad todos los entrenadores, que te exigen o te piden una cosa diferente. Pero la gente que estuvo en los buenos y los malos momentos, eso es lo que me llevo del fútbol sala, las amistades. Son muchas. David González Piñón, por ejemplo, es el padrino de mi hijo a día de hoy. Con eso ya digo todo. Ha vivido grandes cosas.

-Pese a aquel ascenso en Pontevedra, no llegó a jugar en División de Honor nunca.

-Es la espina que me queda clavada, pero en este deporte lo importante es disfrutar. Por diferentes circunstancias no pude jugar en División de Honor. Al año siguiente de subir con el Pontevedra, el Narón me pudo dar otras cosas.

-Tuvo más ascensos.

-Sí. Subí a División de Plata con el Boandanza tras ser segundos, gracias a la renuncia del Rías Baixas. Y la temporada pasada ganamos la Copa Xunta con O Parrulo.

-¿Para ser portero hay que ser algo diferente?

-Sí, el portero es muy especial, y en este deporte, más. El portero necesita un punto de locura, como en el balonmano, donde se enfrentan a chavales de dos metros con los brazos abiertos y la cara para que te den un balonazo. En el fútbol sala es parecido. Todo portero necesita algo de locura.