Juan Filgueiras, un pionero volcado en el baloncesto

NARÓN

Juan Filgueiras, en el pabellón del colegio Santiago Apóstol de Narón
Juan Filgueiras, en el pabellón del colegio Santiago Apóstol de Narón ÁNGEL MANSO

Compañeros y alumnos trazan el perfil de Juan Filgueiras, exjugador del OAR e impulsor del Santiago Apóstol, y que el sábado recibe el homenaje a su carrera

25 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Jugador en el Bazán y el OAR y entrenador en el Santiago Apóstol, dentro de una rica carrera de varias décadas, Juan Filgueiras recibe el sábado el homenaje del baloncesto gallego, en el descanso del partido Narón-León en A Gándara y durante una cena en el restaurante Illas Gabeiras. Algunas de las personas que vivieron sus diferentes facetas dibujan una emotiva semblaza. 

JOSÉ RAMÓN VEIGA

«Era el jugador que todo entrenador quiere»

Hay vidas que se emparentan, se cruzan y se separan, pero que siempre dejan el afecto. Le pasa a José Ramón Veiga con Juan Filgueiras. «Éramos de la misma edad y coincidimos en una etapa preciosa, el inicio del despegue del OAR, que estaba en la Tercera, como una LEB Plata actual, y con José Antonio Figueroa dio el salto de calidad. Él nos pidió que siguiésemos esa liga 1976/77 porque entraba savia nueva y quería mantener un par de veteranos. Juan era el típico jugador que todo entrenador quiere en su equipo, un hombre fiable, un base completo y regular, que sabías lo que te iba a dar y leía muy bien el juego. Además, él había dejado Bazán y era profesor de gimnasia en el Santiago Apóstol, donde siguió toda la vida». Cada uno cuidó sus equipos, uno en Ferrol y otro en Narón. «Los dos entrenamos, los dos coordinamos clubes... Y montamos un proyecto común entre el Santiago Apóstol y el San Rosendo, por el bien del baloncesto comarcal, dentro de nuestras posibilidades», explica Veiga. «Sin gente como él trabajando desde abajo, no llegaría nadie arriba. Volcó toda su pasión por el baloncesto en el Santiago Apóstol con una labor tremenda. Aunque en un colegio tengas limitaciones. Por su talente dialogante, jamás se molestó si le llevabas al OAR a un jugador, para que siguiera progresando. Salieron Miguel Piñeiro, Fernando Horjales, Moncho López...», recuerda Veiga, otra figura clave del baloncesto local reciente. 

MIGUEL PIÑEIRO

«Marcó a todos los que jugamos en el Santiago Apóstol»

Iniciado en los entrenamientos con Filgueiras, Miguel Piñeiro jugó en la época dorada del OAR. Y tiene claro el porqué del crecimiento del baloncesto en su colegio. «Allí, en el Santiago Apóstol, a todos nos gustaba más el fútbol, hasta que llegó Juan. Antes solo había dos canastas, y cuando dejé el colegio en tercero de BUP ya había doce. En los recreos pasamos de pelear por el  balón de fútbol a hacerlo por el Mikasa de basket. Y sin descuidar lo demás, porque si ibas a baloncesto también hacías fútbol sala, voleibol y atletismo, y competías». Piñeiro explica el compromiso que pedía el profesor. «Íbamos a entrenar de bien pequeños a las 8 de la mañana, antes de entrar a clase. Nos metió el guisanillo y nos llevó de la mano». Y recuerda que, ya retirado, durante un tiempo solo se calzaba las zapatillas de baloncesto por Filgueiras. «Estuve nueve años sin coger el balón salvo para el partido de exalumnos en la semana deportiva de fin de curso. Hasta que nos jutó a la gente del colegio y de San Valentín, donde también entrenó Juan, para hacer un equipo en Zonal. Y luego nos pidió ir a la fase final para subir. Todo eso lo hicimos por Juan. Por la admiración a quien te enseñó  tanto. Porque todos los que jugamos allí llevamos una marca suya en la manera de jugar. La forma de entender el baloncesto de Moncho López, que salió del colegio, o de su pupilo Moncho Fernández, también lleva su sello. Si botas, es para algo; si no, el balón circula». 

ROSA MARÍA AGUIAR

«Toda la vida peleó por el baloncesto»

Algunos alumnos de Juan Filgueiras estuvieron luego a su lado en la AD Santiago Apóstol. Como la tesorera Rosa María Aguiar. «Fui su alumna e hice baloncesto. No llegué a perder contacto con el centro y, cuando nació mi hijo y empezó a hacer deporte, me involucré en la directiva», explica. Así que tiene su propia visión sobre dos etapas diferentes del profesor y dirigente. «Ya con ocho años nos hacía carnés deportivos para jugar contra otros colegios [en los años setenta del pasado siglo]. Mi hijo de 19 años hizo ajedrez y fútbol sala y luego optó por el baloncesto. Y tengo un gran afecto por Juan, que toda la vida peleó por este deporte», explica. Destaca la enorme paciencia de Filgueiras en la enseñanza con los niños, un valor que no chocaba con su exigencia. «Últimamente repetía: ?Yo me cansaba de entrenar con sillas, sin balón. Y hoy se ponen los conos, pero es muy fácil girar alrededor de un cono minúsculo?», recuerda su compañera en la AD Santiago Apóstol.

«Su mayor legado, inculcarnos su amor por el basket»

Las clases de gimnasia con Filgueiras en el colegio Santiago Apóstol inocularon el amor por el deporte a decenas de chavales. «A todos nos cogió pequeñitos y nos hizo a su manera. Juan no es una persona de halago fácil. Es de esa escuela. Siempre te recordaba lo que habías hecho mal, para mejorar con exigencia. Por eso le tiene aprecio la gente. Y por eso los que salimos de allí seguimos yendo a jugar al colegio los martes», explica Miguel Piñeiro, involucrado en el homenaje. 

JOSÉ A. PRIETO «CATA»

«Era un avanzado para su época»

«Yo fui al Santiago Apóstol desde parvulitos hasta BUP, pero mientras estuve en Ferrol seguí vinculado al colegio e iba a jugar los partidos de veteranos todas las semanas (con Marco y Luis Couto, Miguel Piñeiro, Robi Couce, César Freire...). El mayor legado de Juan fue inculcarnos su amor por el baloncesto y darnos tantos amigos, mis mejores amigos», explica José Antonio Prieto, Cata, hoy director de cantera del Real Valladolid de fútbol. «Recuerdo bien sus clases de gimnasia, muy didácticas, en las que nos ponía diapositivas que explicaban el pase de pecho, las bandejas... Y su mítica frase, ?chavales, si metemos canasta, presionamos?, que la tengo grabada (sonríe). Jugué allí y luego entrené a equipos de baloncesto de preminis y cadete femenino, como Moncho López, Canco y Quique Dopico,  bajo la coordinación de Juan, cuya labor se centraba más en la gestión que en la metodología. Pero era un avanzado para su época, con muchísimo talento para el basket y una magnífica capacidad de lectura de partidos desde el banquillo», explica Cata, al que el trabajo y las horas que dedicó al fútbol le fueron apartando de la canasta.