Las siete vidas del Sánchez Aguilera

FERROL CIUDAD

José Pardo / Rocío Pita

Personas sin hogar subsisten entre las ruinas del antiguo acuartelamiento ferrolano

17 jul 2017 . Actualizado a las 07:53 h.

Las ruinas son su hogar. Entre lo que un día fue el acuartelamiento de artillería antiaérea número 76 esperan a lograr un sitio donde vivir mejor siete personas. Dos de ellas, desde hace ocho años. Otras tres, desde hace más de ocho meses. Y una última pareja se acomodó en un hueco libre que quedaba recientemente. Son okupas por necesidad del edificio exterior del Sánchez Aguilera, que se levanta a duras penas en el aparcamiento disuasorio habilitado por el Concello, en terrenos todavía pendientes del convenio con Defensa.

Se ha convertido en una vivienda plurifamiliar. El piso de arriba lo ocupan íntegramente el matrimonio portugués formado por Eugénio y Maria Fátima Monteiro y su hijo Adolfo, y dos perros que les hacen compañía. Han convertido la estancia principal en su dormitorio, zona de estar y cocina. Y aunque han intentado adecentar el lugar, las condiciones de salubridad no llegan al mínimo. Menos aún cuando Eugénio, que ya ha pasado por nueve operaciones en los últimos once años, y vive pegado a una bolsa abdominal, levanta la camisa y muestra el alarmante abultamiento de su vientre, a la espera de una nueva consulta médica. Ella padece artritis, artrosis y ahora, conjuntivitis en los ojos. Y la tensión descompensada.

La pareja llegó procedente de la localidad lusa de Aveiro a Ferrol hace años. Vivieron en Recimil, en Santa Icía y también en San Mateo. Y antes de recalar en el Sánchez Aguilera tuvieron como hogar «otra casa de soldados» en O Pieiro. Pero allí tenían, incluso, menos comodidades.

Hace cuatro meses protagonizaron un reportaje en La Voz. Pero su situación no ha cambiado. Solo se ha modificado la distribución de su hogar y ahora las varas de sauce con las que confeccionan cestos para vender por las ferias están arrinconadas y han perdido protagonismo: «No los quiere la gente», se lamenta Maria Fátima.

Visitas de menores

La pareja tiene 47 nietos y 5 bisnietos. Algunos de ellos, menores, se acercan a visitarlos a menudo, aunque saben que no deben estar allí. Una noche, relata, «vino la policía con linternas mirando a ver dónde estaban».

Tras salir publicado su caso, los servicios sociales se acercaron al lugar y el Concello señaló que serían realojados. Pero de momento no ha sido así, aunque desde el Concello se asegura que se ha intentado. «A otros que tienen más mira qué pronto les dan las casas. Y a nosotros...», se queja.

El viento les ha tirado la precaria puerta colocada y también los parapetos de las ventanas. Se calientan con una estufa de leña que consiguieron por 40 euros y sobre la que les ha advertido el Concello por el riesgo de incendio. De hecho, los vecinos alertaron en alguna ocasión al ver salir humo por el boquete que abrieron en la pared para colocar un tubo. Al mediodía regresan a su hogar con un carrito lleno de alimentos que les da Dignidad. El resto lo compran con lo que sacan de la chatarra y la paga mensual de 360 euros que recibe Eugénio por enfermedad.