La ceniza

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL CIUDAD

19 may 2017 . Actualizado a las 23:31 h.

Las opiniones las habrá para todos los gustos, naturalmente. Pero a mí me parece que el atletismo no es un deporte más. De hecho, estoy convencido de que el atletismo es otra cosa: algo que desde las pistas de los estadios, desde el asfalto de las pruebas en ruta y desde la hierba y el barro de los circuitos de campo a través entronca directamente con la literatura. Los atletas compiten contra sus rivales, claro que sí, pero sobre todo compiten contra sí mismos. Y esa singularidad hace posible que gran parte de las más hermosas gestas del atletismo no hayan sido victorias, sino proezas cuyos protagonistas, aunque se vieron superados por otros competidores, que fueron los que se llevaron el oro, consiguieron sin embargo para sí algo muchísimo más valioso: el eterno reconocimiento que otorga la poesía. El atletismo español cuenta ya con un buen número de campeones olímpicos y mundiales, pero particularmente creo que no puede haber leyendas más hermosas que las que guardarán para siempre en el recuerdo los cuatro subcampeonatos del mundo de cross de Mariano Haro y el bronce de José Manuel Abascal en el 1.500 de los Juegos de los Ángeles. ¿Y qué decir del subcampeonato europeo de maratón de Diego García, O Chó, atleta que ya habita lo que nosotros llamamos muerte, pero que jamás caerá en el olvido, y que aunque nació en Azcoitia se inició en el atletismo en Ferrol, en el desaparecido estadio Manuel Rivera...? En el mismo estadio en el que, todo sea dicho de paso, antes se había entrenado ya Teresa Torres, la gran atleta ferrolana que tanto brilló en el mediofondo español de los años sesenta. Un estadio cuyas pistas eran, por cierto, de ceniza.