De las Heras

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL CIUDAD

12 may 2017 . Actualizado a las 22:54 h.

Hace apenas unos días, el obispo de la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol, Luis Ángel de las Heras, cumplía el primer año de su pontificado. Palabra, esa, por cierto, pontificado, que ya sé que suena un poco antigua, pero que a mí me gusta mucho, porque me recuerda siempre a un gran amigo, a Cal Pardo, deán de la catedral mindoniense de quien ya hemos hablado alguna otra vez, que cada vez que decía algo como eso parecía estar haciendo posible que, ante los ojos de uno, se apareciesen todos aquellos grandes prelados de otro tiempo que tanto mandaban fundir campanas como vigilaban a caballo, frente al mar, que no apareciesen velas normandas en el horizonte. Y disculpen que siempre nos salgan ramas. El caso es que, si los datos no han variado durante los últimos días, la diócesis ferrolano-mindoniense, la de la Galicia del norte, cuenta, para atender 422 parroquias, con solo 109 curas en activo. Una cifra que obliga a esos sacerdotes a hacer un esfuerzo inmenso para que todas los templos parroquiales sigan abiertos y para que no haya ni un solo rincón del territorio diocesano al que no llegue la labor humanitaria de la Iglesia. De una Iglesia que, como todas las organizaciones de este mundo, ha cometido errores. Y a veces, terribles. Pero que está haciendo lo posible y lo imposible, fundamentalmente gracias a Cáritas y a cuantos colaboran con ella, para que nadie se sienta abandonado jamás. Algo que sabe bien este obispo, que antes de serlo, y como religioso claretiano, ya trabajó mucho con los que nada tienen en algunas de las zonas más deprimidas del país. De las Heras siempre vivió para ayudar. Para estar al lado de los que sufren. Todos los días. Y en eso sigue.