Monólogo del Racing en A Malata

Antón Bruquetas FERROL / LA VOZ

FERROL CIUDAD

ANGEL MANSO

El equipo de Tena arrolla al Palencia por 4-1 y pone un mundo de por medio con el descenso

15 mar 2017 . Actualizado a las 23:41 h.

Era el día para no fallar, para dejar la salvación a un suspiro, para prácticamente bajar la persiana a una temporada que ha sido un rompecabezas. El cuerpo técnico y la plantilla eran conscientes de esta circunstancia. De hecho, no dejaron de recordar desde que consiguieron el triunfo frente al Lealtad que estos tres puntos encerraban un mundo. Y el Racing no defraudó. Volcado desde el primer minuto, consiguió atrincherar a un rival desorientado, con más predisposición a pegar que a manosear el balón. Con Laro Setién de inicio, incrustado en la mediapunta, el equipo de Tena no solo ganó precisión en el último pase, sino que acumuló centímetros. El ex del Racing de Santander ya había exhibido el sábado pasado su capacidad para definir de cabeza. Un remate suyo a un centro de Maceira acaba siendo determinante en el monólogo que ofrecieron los verdes en A Malata.

Pero antes había estrenado el marcador Catalá. El central aprovechó el error en la salida del portero rival y empujó sin oposición la pelota a la red. Era una recompensa merecida. Con Pablo Rey y Gonzalo en la línea medular y el respaldo constante de Laro Setién y Armental, el Racing fabricó alguna de las combinaciones más exuberantes de este curso. Así emergió el segundo gol. Una impetuosa subida de Maceira por la banda izquierda desembocó en un envío milimétrico al corazón del área. Allí entró Setién como si fuese un batallón. Su cabezazo encontró la réplica del portero rival. Alejandro sacó una mano descomunal, pero el rechace le quedó a placer a Joselu que no perdonó.

Con la expulsión de Carrasco, al que le sobraron varias patadas antes de la que le dedicó a Joselu y con la que acabó antes de tiempo en la ducha, el partido se quedó sin carrete. El Racing empezó a dosificar las piernas. Sabe que el domingo tiene la oportunidad de cerrar ante el Valladolid B un festín de puntos, ocho días que recuperarían las sensaciones que liberaron los de Tena antes del parón de Navidad cuando logró encadenar una racha de resultados insólita en la campaña.

Pero después del descanso, a medio gas, a los de A Malata todavía pudieron liberar dos destellos más. El primero, una obra de arte. Un recurso de prestidigitador. Bicho, que había entrado en el campo por Dani Benítez, tocado en el talón de Aquiles, enganchó con el tacón un balón que se había embarullado por la zona del punto de penalti. Ese cuero, despejado por un defensor, había sobrepasado ligeramente al menudo jugador de Sada, que en vez de darse la vuelta, de girarse para tratar de controlar la pelota, recurrió a la espuela para rebasar de una preciosa vaselina al guardameta contrario. El segundo, encumbró a Laro Setién, que trazó una diagonal a la espalda de la defensa del Palencia y definió con un disparo de cruzado al palo largo. Todo el mérito había estado en el control orientado. De esos que solo es capaz de hacer un guante. Entonces el Racing se quedó sin horizonte y se dedicó a lo único que podía dedicarse, a consumir minutos.