Menos mal que nos queda Portugal, decíamos henchidos de fatua prepotencia tiznada de zafia ironía (qué lección en toda regla nos están dando los vecinos de cómo, desde la izquierda, es posible recuperar la economía sin ahondar en la desigualdad: PSOE, ¿estás ahí?). Hoy diremos menos mal que nos queda Eurostat. Ferrol, dice la agencia comunitaria, es la ciudad de más de 45.000 vecinos con la tasa de mayores de 65 años más elevada de España, y la última -en Europa, la cuarta por la cola- en niños menores de cinco años. Pero que no cunda el pánico: Feijoo avisa de que no hay que precipitarse, las cosas hay que tomarlas con sosiego, y hasta habrá en esta ciudad quien le crea, quien crea en la última receta del PP: para acabar con la corrupción (¿dónde están los que pagan a los que trincan mordida?), lo más adecuado es depurar a los fiscales que la investigan. Mutatis mutandis, para revertir la tendencia, lo ideal sería cerrar Eurostat: muerto el perro... Mientras esperamos por Feijoo y los suyos, que son los que votamos, no estaría de más que por aquí dejásemos de pintar el indio celebrando como el maná la apertura de un despacho de pan o de una sala de quiromasaje y, siquiera por una vez, proclamásemos que Ferrol precisa una solución que no es la misma que para todos, porque su situación no es equiparable. Lo demás es sostener de manera irresponsable la frívola candidez del iletrado o la fe del carbonero. No se matan elefantes con tirachinas, como bien sabe nuestro campechano rey emérito; ni con pellizcos de monja, como los del PP con la tasa de saneamiento, un asunto que da la talla de la derecha local. Esto no da más, y nosotros, a velas vir.