«Sopiñas», un emprendedor cuyo éxito no se toleró en el Ferrol del 1830

Bea Abelairas
Bea abelairas FERROL

FERROL CIUDAD

Los autores del libro ante la casa en la que se retiró la mujer de «Sopiñas», cuando él fue encarcelado en Ceuta. El matrimonio residía hasta ese momento en un edificio mejor, el 166, la esquina con la plaza, pero «Sopiñas» aceptó la condena a cambio de que ella mantuviese algunos bienes.
Los autores del libro ante la casa en la que se retiró la mujer de «Sopiñas», cuando él fue encarcelado en Ceuta. El matrimonio residía hasta ese momento en un edificio mejor, el 166, la esquina con la plaza, pero «Sopiñas» aceptó la condena a cambio de que ella mantuviese algunos bienes. JOSE PARDO

Edicións Embora publica un libro en el que se relatan las falsas acusaciones contra un comerciante que comenzó vendiendo ropa usada y remendada de feria en feria

13 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

A Manuel de la Cruz le pusieron el mote de Sopiñas porque cuando comenzó a vender por las ferias con su mujer, Ramona, pasaba penurias y solo se alimentaban con alguna sopa o caldito de vez en cuando. Pero estos dos sopiñas trabajaron muy duro: él llegó a Ferrol desde la localidad lucense de Outeiro de Rei en el 1800 y con 16 años se hizo aprendiz de sastre con el maestro (y concejal liberal) José Bolle. Aprendió la profesión y probablemente entonces escuchó las primeras ideas que, con los años, le trajeron problemas. Así lo cuentan Manuela Santalla y Juan Carlos Rico en un ensayo que acaba de publicar la editorial ferrolana Edicións Embora.

Los dos autores han realizado un trabajo de investigación para desmontar con documentos y testimonios recopilados en archivos judiciales el complot contra un comerciante que quiso superar las reglas de una sociedad clasista. La obra se lee casi como una novela: «Sopiñas foi un gran emprendedor con mala sorte ao que perseguiron por saltarse a orde establecida», cuenta Santalla, que asegura el libro nace para hacer justicia con una figura que representó mucho en una época en la los vendedores querían trabajar y medrar, pero no se les dejaba. De hecho, la primera parte de la obra da cuenta de los esfuerzos de este colectivo: «Querían tener opciones para trabajar, pero todas se reservaban a gente de otros lugares, con más influencias y Sopiñas logró colarse en ese mundo», cuentan.

En catorce años Sopiñas pasa de comprar ropa usada por las aldeas para arreglarla y revenderla en Ferrol a ser un hombre de negocios que logra varios contratos para encargarse de los suministros a cuerpos militares ferrolanos e incluso firma varios contratos de arriendos con concellos de la comarca. «En el 1829 Manuel de la Cruz se asocia con el comerciante Francisco Jofre Carbonell para formar una compañía de arbitrios del remate del aguardiente, depositando 60.000 reales de aval», relata el ensayo.

Sin embargo, justo en su época de más éxitos empresariales comienzan a salir contra él acusaciones como las de un asesinato, que con el tiempo se comprobó que era un montaje hasta tal extremo que el cuerpo del muerto se depositó en un foso para determinar el tribunal que tenía que juzgar a Sopiñas. Ese fue solo el primer episodio de todo un complot y un largo juicio en el que no importaron las principales pruebas que exculpaban a este comerciante de ser un bandolero o un asesino. «Uno de los denunciantes dijo que llegó a dispararle con una escopeta, pero Sopiñas no tenía ninguna cicatriz de la herida», precisa Juan Carlos Rico. Sopiñas se libró de la pena de muerte, pero perdió la salud en los diez años que pasó en una cárcel de Ceuta y todo su patrimonio pasó a manos de otras familias de la ciudad.