Un hombre con carácter que sabe ganarse la confianza del vestuario

A. B. FERROL

FERROL CIUDAD

ANGEL MANSO

El técnico, admirador de Paco Jémez, demostró durante su primera etapa en el banquillo de A Malata personalidad para fijar una idea de juego

18 oct 2016 . Actualizado a las 10:49 h.

Se hizo futbolista en el Racing. Llegó al equipo cuando en la temporada 2004/2005 el conjunto verde celebraba un nuevo ascenso a la Segunda División. Ya había dejado detalles de su capacidad como defensa en el Villarreal el año anterior, pero donde realmente maduró, donde se convirtió en profesional, fue en Ferrol. Miguel Ángel Tena (Almazora, Castellón, 1982) era entonces un crío espigado que sobresalía por su contundencia en la marca y su facilidad para dominar el juego aéreo, las principales cualidades que lo acompañaron a lo largo de su carrera sobre el césped. Tras curtirse en A Malata puso rumbo al Ejido, en aquel proyecto de los años locos de la construcción, donde parecía que todo se edificaba a golpe de talonario. Estuvo tres temporadas y después arrancó el peregrinaje por media España para tratar de encontrar una camiseta con la que dar patadas a la pelota. Y ese largo viaje tuvo su última estación justo en el principio. Tena regresó al Racing. Fue en el verano del 2014. Al concluir la temporada, el presidente, Isidro Silveira Cameselle, le ofreció que dejase el terreno de juego para sentarse en el banquillo. Tena accedió y emprendió el camino que antes habían recorrido de la mano de Isidro Luis César, Manolo Sánchez o Aira.

Bajo su mando, el Racing arrancó como un ciclón. Consiguió 20 puntos en las primeras nueve jornadas. Durante muchas semanas fue el equipo más goleador de la categoría. Con un fútbol alegre, vibrante desde la defensa, la afición, poco a poco, se enganchó al proyecto. Admirador de Paco Jémez, al que tuvo como entrenador en el Córdoba, Tena demostró carácter y tener las ideas claras. Su faceta de exfutbolista le sirvió para conectar con el vestuario, al que protegía con mimo. Los jugadores encontraron en él un líder natural.

El único lunar de su primera etapa fue el final de campaña. Con un equipo agotado, perdió el liderato en la última jornada al caer ante el Astorga, ya descendido. La primera plaza otorgaba la doble oportunidad para soñar con Segunda. Pero el Racing ya estaba en descomposición. Luego en el playoff, un Cádiz repleto de jugadores experimentados les pasó por encima.

En verano decidió dar por concluida esa nueva travesía en Ferrol. La falta de sintonía con Isidro Silveira Rey, que se había hecho cargo del equipo por la enfermedad de su padre, pareció determinante para el adiós. Ahora esas diferencias han desaparecido. La prioridad es el Racing.