Escuela obrera

José A. Ponte Far VIÉNDOLAS PASAR

FERROL CIUDAD

02 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay ahora mismo en Ferrol una exposición que debiera ser de visita obligada. Principalmente, por las enseñanzas prácticas que podemos sacar de ella. También, claro, por lo que supone de homenaje a unos ferrolanos lúcidos que lograron poner en marcha y mantener durante más de medio siglo una institución escolar modélica. Me estoy refiriendo al excelente muestrario que se ofrece en Exponav sobre la Escuela Obrera Ferrol, conmemorando los cien años de su fundación. Un proyecto que echó a andar en 1915, en un local provisional de la calle del Sol, y que, al año siguiente, se traslada a un bello edificio modernista construido a tal efecto en el recinto del Astillero. Ahí dio comienzo una aventura arriesgada, que vino a cubrir el vacío que había en la Enseñanza Primaria en Ferrol y comarca. Esa nueva escuela acogió, a lo largo de los años, a miles de niños, hijos de obreros del Astillero, que ahí encontraron un lugar donde formarse y prepararse para luego ellos mismos entrar a trabajar en la factoría. La escuela no solo les brindaba la oportunidad de acceder a una buena enseñanza, sino que les abría las puertas a un trabajo para toda la vida. Y ya se sabe, en Ferrol a lo que aspiraban todas las madres era a que sus hijos consiguiesen un puesto de trabajo seguro, con nómina a final de mes, en el Astillero o en la Marina. Sabias y listas que eran ellas...

Quienes no deberían dejar de visitar esta exposición son los actuales y los futuribles conselleiros y ministros de Educación, a ver si se enteran de que, mucho antes de la LOGSE, de la LOMCE y de toda su parentela, hubo en Ferrol un ejemplo de lo que debe ser una Enseñanza de calidad. Y que no hacen falta grandes inversiones, ni espectaculares equipaciones. No hay más que ver los pupitres, modestos y compartidos, que se conservan de aquellas clases; y el encerado, las pizarras y pizarrillos, que era todo el equipamiento de los alumnos; sencillos globos terráqueos, tinteros y plumas elementales, de las que se «esgallaban» con facilidad y soltaban un borrón de tinta al menor descuido; un modesto laboratorio, para observar animales o experimentar con sencillas fórmulas químicas. Pero aquellos responsables de la Escuela Obrera sabían que lo más importante en la Enseñanza es contar con profesores preparados, que sepan enseñar, y con alumnos bien dispuestos que quieran aprender. Algo tan elemental como antiguo (ya lo dejó escrito Alfonso X, el Sabio, allá en el siglo XIII), pero que muy pocas veces se tuvo en cuenta en España.

Y todo ello se trasluce, en la Exposición, en los grandes y pequeños detalles, desde la perfecta caligrafía que se les exigía a los alumnos, hasta la disciplina en la higiene y preparación física, pasando por esa educación y respeto que se deduce de las numerosas fotografías de cursos completos de niños, todos formalitos, aseados y peinados, mirando con respeto al fotógrafo. ¿Se imaginan un curso de los chavales de ahora, posando para una foto colectiva, sin moverse, sin poner orejas de burro por detrás del compañero, sin mirar el móvil, todos sentados y quietos? Esa excelente Enseñanza de la Escuela tuvo su trascendencia: hizo que la población obrera de los Astilleros destacase por su competencia profesional y por una conciencia de clase que muy pocos colectivos alcanzaron a lo largo de estos cien años. Y de ello nos beneficiamos todos.