Los recuerdos

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL CIUDAD

24 sep 2016 . Actualizado a las 08:30 h.

Había algo mágico, permítanme decirlo así porque no sé contarlo de otra manera, en el tren que lo traía a uno, en paralelo a la costa del norte, hacia donde aguardaban por él los amigos para hablar de Cervantes. El Cantábrico es un mar que siempre parece llamar por lo legendario, y cada vez que uno vuelve a contemplarlo desde la ventana de su vagón, como en el sueño de una larga noche en la que todo es silencio, tiene la impresión de que en el momento menos pensado aparecerán en el horizonte las sombras de las naves normandas a las que San Gonzalo, muy cerca de donde termina el Reino de Galicia y comienza el Principado de Asturias, hundía desde la costa, cabe suponer que con aire muy solemne, a fuerza de avemarías. Carlos Casares amaba mucho estos paisajes, que como todo el mundo sabe también eran, en gran parte, los paisajes de Cunqueiro. No me resisto, tampoco hoy, a citarlos de nuevo a ambos. Como si les rezase. De Casares me acordé especialmente en el tren. Hasta me pareció estar oyendo su voz, durante un breve instante, mientras dejábamos atrás un túnel. A veces, a quienes echamos tanto de menos a los amigos que ahora habitan ese misterio que también nosotros conoceremos, los sentidos nos engañan. Supongo que será inevitable, y tampoco tengo razón alguna para pensar que sea malo. Por cierto: esta semana no les escribo desde la mesa de mármol acostumbrada. Pero la estilográfica es la misma, y también el papel de los cuadernos que utilizo desde hace tantos años. Como antes les decía, andamos varios amigos recordando a Cervantes, que es amigo de todos, probablemente sin él saberlo. Y también tomamos café, claro.