Cuanto más antiguos, más desconocidos

Bea Abelairas
Bea abelairas FERROL

FERROL CIUDAD

Un buen número de árboles históricos han logrado pervivir, como el cedro traído por la «Nautilus»

02 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Ferrol cuenta con un patrimonio verde valioso, pero desconocido. A pesar de los temporales, la presión urbanística y de talas no precisamente terapéuticas hay un buen número de árboles que han logrado sobrevivir. Es el caso de un cedro del Himalaya, probablemente traído por la Nautilus, según cuenta la profesora María José Leira Ambrós en el libro Árboles y arbustos ornamentales de Ferrol que documenta todas las especies de la ciudad y está agotado, aunque disponible para consulta en la Biblioteca municipal de la plaza de España.

En el Cantón estaba hasta hace poco menos de tres años un imponente castaño de indias del que nadie se percató que comenzaba a acusar el tiempo hasta que un día el viento de octubre lo partió en dos y se desplomó sobre los coches. Esta zona de la ciudad aún sigue siendo una reserva de árboles curiosos. Relata Leira que los más importantes llegaron en dos etapas: a mediados del siglo pasado, cuando se vieron casi por primera vez en la comarca las araucarias de Norfolk (de las más antiguas de la zona, ya que en el 1914 tenían una talla considerable), los sicómoros, las falsas acacias, las paulonias o las moreras. En los años 90 a este conjunto de jardines (la Alameda de Suanzes, el Cantón y los de las Angustias) llega una remesa más oriental: el sagu de Japón, el tulípero, el ombú, el ciprés de los pantanos, el metrosidero o un árbol considerado fósil: el ginkgo. Todos son joyas verdes, pero la mayoría de las personas que cada día pasan bajos sus sombras no es capaz de identificarlas: «Y con el tiempo los podarán demasiado, porque molestan a los vecinos», se queja una mujer que frecuenta la zona y los admira.

El cedro

En una esquina de la Aula de Ecoloxía Urbana, la antigua biblioteca, aguanta el cedro del Himalaya que se cree que llegó a Ferrol a bordo de la corbeta Nautilus a su regreso de una vuelta al mundo en el 1894. La profesora María José Leira, que impartió clases en el Concepción Arenal, explica que no muy lejos hay ejemplares que son únicos en la ciudad, como la sófora, un ciprés glabro de Arizona, una paulonia o un araucaria de Chile, entre otros.

En las zonas verdes de las Angustias está identificado un cedro del Líbano también muy antiguo: «Circulan varias versiones sobre su procedencia: para unos fue traído por Fernando Villamil cuando regresó de dar la vuelta al mundo en la Nautilus en agosto de 1894; para otros fue traído por la Numancia unos años antes», cuenta una estudiosa que buscó rastros de estas especies en fotos antiguas. «La catalpa que hay en el límite de estos jardines, en el paseo de Pablo Iglesias, bien pudiera ser uno de los ejemplares que el Ayuntamiento aprobó comprar en la sesión del 5 de enero del 1920».

Son decenas los rincones con patrimonio arbóreo. El jardín de Amboage es uno de los más dotados: «La araucaria de Norfolk, quizá el árbol más típico de Amboage, se plantó antes que las paulonias dejaran de rodear la plaza, probablemente alrededor del 1915, igual que las cordilíneas de Nueva Zelanda. Son, pues, los árboles más antiguos que allí crecen», concluye la profesora.