Un consistorio errante

José Picado DE GUARISNAIS

FERROL CIUDAD

02 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En el verano departamental los debates se vuelven más graciosos, más informales, como más de chiringuito. Y más numerosos, tanto que se hace difícil seguirles la pista con una mínima atención. Uno de ellos, acerca del edificio del palacio municipal y la rehabilitación de la plaza de Armas, sube de tono o queda aparcado según van pasando las semanas, y el viento sopla de nordeste o de suroeste. Pero no se apuren. Esto es lo normal, en una tierra en la que el debate sobre la idoneidad de las casas consistoriales y su ubicación comenzó en 1613, hace 400 años, cuando todavía no había ni trazas del barrio de la Magdalena. En 1613 el consistorio estaba en la llamada Torre Antigua, en la Puerta del Castro de Ferrol Vello. En esa torre había de colocarse el reloj y pasaría a ser cárcel, «a pesar de no ser más que una lóbrega, triste y húmeda bodega, sin ventilación que purifique los humores». En ese mismo lugar se celebraban las reuniones del Concejo, en la propia habitación del alcalde, desprovista de todo ornamento de forma que ni silla de presidencia había. Las decisiones de mayor calado se tomaban en asambleas de vecinos que se celebraban en el atrio de la capilla de San Roque -esto de las asambleas vecinales, como se puede comprobar, es práctica muy antigua-.

Muchos años más tarde, ya siendo Ferrol «expropiado» por la Casa Real (de los Borbones), la corona española reconoce la necesidad de proporcionar a la villa una cátedra de latinidad y una escuela pública, construyéndose un edificio apropiado en el Campo de la Horca, frente a la calle Desengaño. En su planta alta quedaría instalado también el consistorio, la sala de sesiones y archivo. Era el año 1788 y allí permaneció hasta 1802, fecha en que se trasladó al edificio que se construyó en el corralón destinado a la custodia de las astillas del Arsenal. Se trata del actual edificio -privado- de Afundación, antes Gobierno Militar, Instituto de Enseñanza Media y, antes aún, cárcel nueva.

La tranquilidad al consistorio le duró hasta 1847, fecha en que se decidió que volviera a su sede anterior, ya con el paseo de las Delicias bien formado, con sus bancos de piedra de Moeche, sus esculturas y todo lo demás. Esta etapa transcurrió hasta 1953, fecha crítica en que se plantaron los representantes de los ciudadanos en el actual palacio municipal, en la plaza de Armas, modificándose desde ese momento en diferentes períodos, dando como resultado la plaza mayor menos identificada con su ciudad de las de Galicia. Pocos meses antes de su inauguración los debates se centraban en tres aspectos: el emplazamiento, el estilo arquitectónico y el embellecimiento de la fachada; súmenle ahora los aparcamientos y el arbolado, ¡y estamos en las mismas!