A por los 90 años sin dejar de nadar

Beatriz García Couce
Beatriz Couce FERROL

FERROL CIUDAD

Vicente Dopico suele hacer entre 300 y 400 metros en la piscina y después no renuncia a una pequeña sesión de sauna y spa.
Vicente Dopico suele hacer entre 300 y 400 metros en la piscina y después no renuncia a una pequeña sesión de sauna y spa. josé pardo< / span>

Con 89 febreros, derrocha vitalidad y lo demuestra en la piscina de A Malata

11 feb 2016 . Actualizado a las 12:03 h.

Habla desde el agua, metido en la piscina, después de hacer unos largos pero sin rastro de fatiga. Con una gran sonrisa. Porque varias veces a la semana no falta a su cita en A Malata, en donde, a su ritmo, sin prisa pero sin pausa, brazada a brazada, mantiene la forma y realiza entre 300 y 400 metros en unos 45 minutos que no le cuesta nada superar. Ni siquiera el día de su cumpleaños, el pasado 3 de febrero, faltó a su cita con la piscina. Y eso que no es un nadador más. A sus recién estrenados 89 años, Vicente Dopico Orjales es un ejemplo de vitalidad.

«Estoy cojonudo», afirma entre risas, explicando que siempre le gustó el mar, pero que empezó en la piscina porque lo anotó su hija, hace unos catorce años. Tras su sesión matutina de natación, Vicente no renuncia al placer de pasar un rato en la sauna y en el spa, en donde admite que, a veces, con las burbujas, se relaja tanto que casi se queda dormido.

Llega hasta A Malata conduciendo su propio coche y subraya orgulloso que tiene permiso para hacerlo hasta que cumpla los 91 años, ya que pasó recientemente el psicotécnico correspondiente. Después de sus «siete u ocho vueltas», Vicente regresa a su hogar, «porque tengo que hacer cosas en casa», explica. Cuenta con la ayuda de su hija, pero afirma que también se ocupa de tareas domésticas, de hacer la comida y también de atender a su mujer, con la que lleva casado 63 años.

Vicente Dopico lleva casi tres lustros acudiendo a la piscina ferrolana, pero reconoce que siempre le gustó nadar. Es natural de la parroquia valdoviñesa de Meirás y recuerda cuando, en el mar, nadaba hasta llegar hasta las rocas que estaban a entre 40 y 50 metros de distancia de la costa. «No soy buen nadador pero me gusta la piscina, aquí estoy relajado», afirma.

Paradójicamente, este vitalista octogenario desarrolló gran parte de su vida laboral en A Malata, en una fábrica de puertas. «Aquí era operario, hasta que cerró», recuerda. A partir de entonces se convirtió en viajante de materiales de construcción, profesión que ejerció hasta jubilarse, a los 64 años.

En su caso, no obstante, la jubilación no supone para nada la inactividad. Además de la práctica regular de la natación, Vicente suele acudir los fines de semana a la finca que tiene en Meirás, en donde cultiva legumbres. Aunque su residencia está en Ferrol, en esa misma casa es en donde pasa el verano, con su familia. Por ello, sus sesiones en el agua no comienzan hasta septiembre y se mantienen hasta que toca cambiarse a la parroquia valdoviñesa durante los meses más calurosos.

Padre de dos hijos, tiene otros tantos nietos y dos bisnietas. Con el ánimo muy alto, no quiere dejar pasar la ocasión de alabar a todo el personal de la piscina, de Serviocio. «No les estoy haciendo el cuento, pero son muy amables», sostiene entre risas. Las mismas que emplea para restar méritos a su vitalidad. «Me encuentro muy bien y no tomo tratamiento alguno», afirma.