En el tren matinal de A Coruña a Ferrol se tarda tanto como viajando en bici

Bea Abelairas
Bea Abelairas FERROL

FERROL CIUDAD

PACO RODRÍGUEZ

La Voz se subió a un convoy que partió a las 9.20 y llegó a su destino a las 11.50 horas

07 feb 2016 . Actualizado a las 09:44 h.

¿Conocen la sensación de cuando en un negocio no quieren atender al cliente? Pues esa es la que se siente al viajar entre A Coruña y Ferrol en tren. Cuando se solicita el billete en la estación herculina de San Cristóbal el personal de la taquilla ya advierte, muy amablemente, que al viajero le espera un viaje lento y duro. Tanto que cualquier aficionado al ciclismo podría ganar a este tren, porque la velocidad media en bicicleta es más alta: entre 25 y 35 kilómetros por hora frente a los 20 que se marca el último tren matinal de esta línea.

A priori puede parecer excéntrico solicitar plaza en un convoy que en los horarios oficiales suma dos horas y 25 minutos (casi la mitad de lo que dura los nuevos trenes a Madrid), pero solo hay dos opciones más por la mañana y no mucho más ventajosas: una con salida a las 6.30 que hace el recorrido en 78 minutos y otra que parte a las 8.45, pero también ronda las dos horas (100 minutos) y que algunas jornadas, como la del viernes, acumula tal retraso e incluso se encuentra con el siguiente en la primera parada de Betanzos.

Sin señalizar

En el andén de A Coruña es necesario preguntar por el tren que parte a las 9.20 hacia Ferrol, porque lo que se indica en las pantallas luminosas es que va a Lugo. «¿Tienes que hacer transbordo en Betanzos Infesta? ¿Lo sabes? ¿Verdad?», reitera un atento revisor que tutela a los pasajeros que eligen esta ruta como si estuviesen perdidos en un país lejano o peligroso. Y es que casi están a punto de verse así.

Arranca lentamente a la hora prevista, pero a las 10.30 el vagón se detiene en la estación de Betanzos Infesta y allí está todavía el tren anterior con destino a Ferrol. «Bájate que a lo mejor lo puedes coger», anima el personal de Renfe, ante la impotencia de ver a otro usuario a la deriva. Y sí, en efecto habría tiempo para hacer este cambio y subirse a otra ruta que llega a Ferrol a las 9.45, de acuerdo a la hora oficial, pero el billete no lo permite.

Espera para un pasajero

La paradoja es tal que ni los propios revisores son capaces de explicar la organización actual: el tren que parte a las 9.20 de la ciudad herculina obliga a sus pasajeros a bajarse en la primera estación brigantina y esperar una hora para subirse al convoy procedente de Barcelona y para esperar a los viajeros de esta ruta. Esta es la teoría, pero la realidad es que el viernes de ese trayecto (una de las rutas más lentas del panorama nacional) solo hacía el transbordo una chica, Alira Mercedes, para viajar desde Sarria a Ferrol: «Lo cojo algunas veces, salí de Sarria a las 9 y llego a Ferrol a las 12, lo hago porque no me importa el tiempo».

Maniobra inexplicable

Hasta que no llega este enlace, el viajero que pretende llegar de A Coruña a Ferrol debe ver cómo parte otro tren con el mismo destino ante sus narices, tras completar una maniobra un tanto ilógica: se trata del Alvia que viaja por la noche desde Madrid y llega sobre las nueve a Coruña, de allí parte hasta Betanzos Infesta, donde emplea 20 minutos en un cambio que a veces lo retrasa y después sigue hasta Ferrol. «No tiene demasiado sentido lo que hace, pero creemos que es porque esa es una estación de Renfe y para la compañía es más barato que se quede ahí que en una de Adif como la de A Coruña, donde deben pagar un canon», argumenta un empleado. Aunque los sindicatos reclaman desde hace años obras para mejorar esta variante y agilizarla.

Los revisores se apiadan de los pasajeros hasta el punto de recomendarles un local cercano para tomarse un café; hay que cruzar la carretera nacional, pero se llega a Casa Areal, donde reconocen en seguida a los mártires del tren. «¿Vienes de la estación? No sé cómo pueden tener eso así, hace poco llegó una chica desesperada, se hizo un lío con los transbordos y se quedó tirada aquí. Tuvo que venir a buscarla su madre desde Vigo, que al llegar aquí se perdió también, así que la fuimos a buscar nosotros en el coche», ante tal peripecia casi sobra la pregunta de si la estación genera algún negocio. «Ninguno, es más da pena ver el apeadero tan abandonado, con la vida que tuvo en otra época».

A las 11.07 el tren entra en la ciudad de Betanzos y allí se suben dos pasajeras que llevan cinco años fieles a esta línea: se trata de Ana y María Lourido Bustabad. Viven en Perbes y no conducen, pero todos los días algún miembro de su familia las acerca a Miño donde cogen un autobús para ir a nadar a la piscina de Betanzos; a las once regresan en tren.

Ana cuenta que hasta hace poco menos de dos años podían hacer los dos viajes en tren, simplemente tomándolo en el apeadero de Perbes: «Ahora parece que estamos en el fin del mundo, no tenemos ni bus y vemos como los trenes pasan por allí, pero no paran, este es el único que podemos usar». Estas gemelas han podido adaptar su vida al horario de Renfe, por eso son las únicas que siguen usando un servicio en el que antes se veía a estudiantes, trabajadores y muchos otros colectivos. «Con otros horarios veníamos con más tiempo y hacíamos recados o la compra en Betanzos, pero así nada. Antes, incluso nuestros hijos lo cogían para ir a la playa o al instituto, pero eso se acabó», relatan. Para colmo, con la tarjeta de transporte interurbano el bus les sale más barato. «Y eso que tenemos derecho a varios descuentos de Renfe», explican antes de despedirse tras 20 minutos de trayecto.

Ana y María no han firmado la petición de Change.org que reclama líneas útiles para este trayecto (y que ya se acerca a los dos millares de solicitantes), pero están dispuestas a hacerlo. «Dicen que no hay pasajeros, pero con este panorama no quedará ninguno», se lamentan. Ellas han comprobado el descenso radical en los últimos años. Cuentan que primero se redujeron las frecuencias y fueron dejando de usar este transporte las personas que iban a su trabajo; después las esperas por los enlaces alargaron tanto los trayectos que ni siquiera los estudiantes recurren ahora a este medio. Quedó patente en el viaje del pasado viernes: solo dos personas se bajaron cuando el tren llegó a Ferrol tras un viaje agotador y kafkiano.