Descontrol en el mercadillo de Recimil

FERROL CIUDAD

Potenciales clientes callejeando ayer entre los puestos del mercadillo, en el que conviven puestos legales e ilegales.
Potenciales clientes callejeando ayer entre los puestos del mercadillo, en el que conviven puestos legales e ilegales. josé pardo< / span>

La falta de vigilancia alienta los puestos ilegales e incumplimientos viarios

01 dic 2015 . Actualizado a las 12:43 h.

El de Recimil es un mercadillo incontrolado en el sentido más literal de la palabra. Los puestos de este tradicional feirón de barrio que se celebra dos veces por semana se disponen en sus calles, muchas veces sin respetar los espacios asignados. Y en demasiadas ocasiones, sin permiso municipal. Más de 130 puestos ofrecían ayer su mercancía entre las calles Mugardos, Valdoviño y Pontedeume. Hay puestos en doble fila, componiendo medianas entre dos hileras de mesas de venta, furgones aparcados sobre las aceras y coches que pasan en horarios en que la circulación está prohibida, desde las diez de la mañana cada lunes y miércoles. Cuentan los residentes que algunos de los vehículos ocupan los túneles de paso que comunican transversalmente las distintas calles que conforman este barrio municipal. Ayer al mediodía no había ninguno. Pero sí puestos que invadían parcialmente las zonas de paso de los peatones.

Los manteros que ofrecen sus copias piratas de cedés comparten espacio por veteranos vendedores de prendas textiles que acumulan décadas de experiencia. Por el medio, sábanas tiradas en el suelo con una ecléctica oferta y mercancía «de dudosa procedencia», apunta uno de los vendedores próximos: ceniceros, una lámpara halógena de pie, cuadros, libros, un monitor de ordenador y enseres variados entre los que pueden verse también antiguas fotos de una boda y una primera comunión.

«Aquí está todo ilegal»

Denuncian que los puestos se alquilan de forma irregular y que los ilegales suponen una competencia desleal, tanto para los que tienen los permisos como para el comercio tradicional. «Aquí está todo ilegal», comenta otro vendedor ambulante hastiado por la situación. «No miran ni quién está pagando, ni quién no, y al que lo hace lo único que le queda es irse para casa», se lamenta. La policía, dice, solo pasa cuando periódicamente los vendedores protestan. «Vienen un día, hacen la pasada, te miran y después vuelven a pasar sin mirar nada. No hay control de ningún tipo. Se pone quién le da la gana y no se mira ni si la mercancía es robada», critica. Ayer no había pasado ningún agente en toda la mañana en una jornada, no obstante, «tranquila», reconocía el presidente de la asociación de vecinos de Recimil, Jesús Caselas.

Para los inquilinos de este barrio el mercadillo se ha convertido en un quebradero de cabeza. También para la entidad, que de forma reiterada denunció las molestias generadas por el ruido y el y el aparcamiento de vehículos que en varias ocasiones bloqueó el acceso a su local de la calle Valdoviño, y también a otras viviendas. Las ventanas traseras del sótano están vencidas. Algunos de los vendedores utilizan las rejas que las protegen para atar con cuerdas sus tenderetes. Y la tensión ejercida acabó por desconchar la parte superior. Ahora piden que el Ayuntamiento las repare. Mientras tanto, los potenciales clientes paseaban ajenos a los problemas, y prefieren las gangas en mano al ciberlunes volando. La Navidad ha llegado al mercadillo y los adornos navideños brillan sobre algunas meses. Pero no hay nada como los clásicos: «¡Gran bragada a euro!», vociferaba una vendedora llamando la atención de dos clientas. «¡No vendemos nada!», se lamentaba otra desde la mesa vecina. «Yo para mí encuentro más en el feirón de Santa Cecilia que aquí», comenta un hombre a su mujer. Estampas costumbristas en un mercadillo en el que la costumbre ha impuesto la autorregulación.