Que sí, que con la situación de bajada a los infiernos por la que atravesó la comarca ferrolana después de la última reconversión, primero, y con la vaciada de las gradas de Navantia, después, cualquier medida de respaldo enfocada al mantenimiento empresarial y a la creación de empleo tuvo que ser bienvenida. Pero las administraciones, que son las que gestionan el dinero de todos, y las que aprobaron los proyectos que se ampararon con el Plan Ferrol, no se pueden quedar en la autocomplacencia de la que tantas veces hacen gala. Porque permítanme que ponga en duda una posible ingenuidad del Ministerio de Industria y del Igape a la hora de conceder créditos millonarios. ¿Cómo se explica que una firma como Soluciones Poligráficas, que obtuvo 20 millones del Gobierno central, estuviese aún buscando mercado dos años después de finalizadas sus enormes instalaciones en As Somozas? Y que una planta de biodiésel no llegase nunca a operar.
Claro que podemos ver el vaso medio lleno y comprobar las pequeñas empresas de la zona que cumplieron estrictamente con los compromisos y generaron empleo y riqueza, y tampoco dejamos de apreciar que el Gobierno gallego discrimine positivamente a la zona en sus planes de ayudas. Pero por favor, dejen la soberbia, piensen de qué forma podría haberse evitado que más de sesenta millones de euros -sí, ¡sesenta!- acabasen enterrados en proyectos fallidos y pongan de ejemplo al puerto exterior cuando su terminal de contenedores funcione y cuente con un enlace ferroviario.