«Me duele que me llamen burro»

ÁLVARO ALONSO / J.V. FERROL

FERROL CIUDAD

ANGEL MANSO

El árbitro asegura que el público «se está futbolizando» y «cada vez sabe menos de baloncesto»

31 ago 2015 . Actualizado a las 12:47 h.

Asegura humildemente que solo es «un componente más» de la historia del baloncesto ferrolano. Sin embargo, Manuel Fernández, Manolo, no es uno más. Por su silbato han pasado numerosas generaciones de jugadores desde hace 28 años. Con un estilo propio muy reconocido, puede presumir de tener «una relación excelente» con el 90% de las personas con las que se ha cruzado en la pista.

-Uría y Tellado tenían su propio reglamento. ¿Manolo también?

-Mi mejor arma para defenderme delante de un jugador o de un entrenador es saber el reglamento oficial. Mi reglamento extraoficial se basa en advertir antes de señalar una técnica. Prefiero parar el partido antes de un conflicto y hablar con los jugadores. En la pista soy igual de dialogante que en la vida real. Considero que a veces unas palabras o unos hechos valen más que una técnica.

-Por ejemplo, que los niños se den la mano

-Exactamente. Me gusta inculcarles a los niños lo mismo que me enseñaron a mí tanto mis padres como otros árbitros. Me considero un educador, sobre todo en categorías de base y formación. Lo más importante es enseñar a los niños. Si dos jugadores se enfrentan, es preferible parar el juego y decirles: «Por favor, vamos a jugar, venimos a divertirnos». Es un método que utilizo y siempre funciona.

-¿El público forma parte del juego?

-Mucho, por desgracia. Y hoy en día en las categorías de base mucho más. Considero que ahora al baloncesto va gente que, no es que no sepa de baloncesto, pero no tiene todos los conocimientos que tiene que tener de baloncesto. Nos estamos futbolizando. Oigo cosas que no se conciben en una persona que entienda un poco de esto y que antes no se escuchaban. Entiendo que se critiquen unos pasos o una falta, pero no nociones básicas del baloncesto. Antes la gente que iba a un partido, cuando existía el OAR, era gente que verdaderamente sabía de baloncesto. La gente que no sabía de baloncesto se aburría y no iba. Hoy en día llevan a los hijos como si fuera un sacrificio, no por devoción.

-Y su mente, ¿cómo reacciona ante un insulto?

-Me suelo abstraer y muchas veces, dependiendo del tipo de partido, ni lo escucho. Si el partido es regular, sí que me entero, y me duele por dentro. Y muchas veces llego a irme de la situación del juego, me quedo pensando por qué me insultan. No hay cosa que más me duela que cuando me llaman «burro». Es un insulto, a mi modo de ver, agravante. No me considero mejor que nadie, pero sí bueno en el trabajo que realizo en la cancha.

-¿Tiene alguna manía?

-Antes de lanzar el balón me suelo persignar y antes de entrar en el círculo central les deseo «buen partido» a los jugadores. Durante el partido, cuando considero que estoy «fuera», me doy golpes con la mano en la pierna izquierda para volverme a activar.

-Cuénteme una anécdota

-Un compañero se subió a la grada y le pegó a un espectador. Para mí eso no debería ocurrir nunca. Considero que ningún árbitro debe llegar a las manos bajo ningún concepto.

-¿Cómo es arbitrar baloncesto en silla de ruedas? 

-Es muy diferente. Hay que pensar que lo pitas no cuadra a la altura de los ojos, cuadra de la cintura para abajo. Las pillerías se hacen con las sillas, en vez de con las manos. Hay que inclinar la cabeza para ver las situaciones. Lo considero más difícil porque hay muchas normas específicas de baloncesto en silla de ruedas.

-Para terminar, anime a un niño  a coger el silbato

-Le diría que formaría parte del juego. Si por una desgracia o, simplemente, porque no está capacitado para jugar al baloncesto porque sus fundamentos no son buenos, pasaría a  formar parte del juego siendo árbitro.