Anfibios

José Varela FAÍSCAS

FERROL CIUDAD

03 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Tuvo un despertar abrupto, precedido de una somnolencia desasosegada y extenuante. Un sueño recurrente y literalmente kafkiano lo había hostigado sin tregua toda la noche hasta dejarlo molido. Se había ido a la cama, como siempre, provisto de lectura, un informe que analizaba el efecto del cambio climático sobre la pervivencia de los seres vivos. Uno más, el resultado de otra investigación científica patrocinada por un organismo internacional que no recordaba, y que concluía con una vieja certeza: una de cada seis especies animales o vegetales está condenada a desaparecer para siempre. Y cuando se hundió en las sombras, se estremeció de frío y se sintió un anfibio. No un mamífero ni un ave, con sangre caliente. Ni siquiera un reptil o un pez, sino un anfibio, precisamente un ejemplar de las especies más vulnerables por el irresponsable aumento del dióxido de carbono y la elevación de la temperatura. Para colmo, se sentía de Ferrol, lo que empeoraba sus expectativas: los endémicos eran los más amenazados. Su ambivalencia vital no estaba entre la tierra y el agua sino entre dos opciones políticas colindantes, un ser partidariamente ambiguo/anfibio. Las interrupciones del descanso no impedían que el sueño prendiese de nuevo, como un folletón antiguo, y la conmoción persistía en la vigilia. El peligro era evidente, pues el origen del calentamiento atmosférico no radicaba en las chimeneas de la industria sino en la corrupción y las calderas de los amaños, los tratos fraudulentos, el nepotismo, el saqueo del erario, el robo descarado y las felonías a la confianza de la sociedad funcionaban a pleno rendimiento. Estaba, pues, perdido.